Fátima Peña es madre soltera. A los 16 años quedó embarazada y fue abandonada por su esposo, por lo que al pasar por varias dificultades económicas y no contar con los recursos necesarios para sacar adelante a su hija, a los 17 años tuvo que prostituirse.
“Una de mis amistades me dijo: yo puedo llevarte a un sitio donde tú vas a trabajar y vas a conseguir dinero para poder sostener a tu niña”, indicó Peña a elCaribe.
“El primer día fue traumatizante”, confiesa.
Pero con el tiempo, relata, se fue acostumbrando, apoyándose en el alcohol para soportar el momento.
“Eso se convierte en un vicio como si fuese de sustancias prohibidas, te involucras tanto en el trabajo que para salir es un problema”, manifestó.
Tiempo después se dirigió a San Pedro de Macorís donde continuó prostituyéndose, allí conoció a una de sus compañeras, quien tras visitar a su familia le comentó a Fátima que habló con un persona que estaba haciendo unos viajes a Curazao por tres meses.
“Vamos a conseguir un dineral en dólares”, le dijo, al tiempo que le aseguró que ellos le iban a facilitar todo: pasaporte, visa y los dólares que debían presentar en el aeropuerto.
La madre de Fátima hipotecó su casa para darle parte del dinero, pues le prometieron que le iban a saldar los gastos al llegar al lugar.
Le dije a mi madre que iba a “buscar una mejor vida”, recuerda Fátima. Esta y dos mujeres más fueron llevadas en un minibús al aeropuerto donde le fue entregado el pasaporte, ticket aéreo y 500 dólares para presentar al llegar.
De acuerdo con Fátima al aterrizar fueron retirados sus documentos y el dinero, las llevaron “campo adentro”; describe el lugar como una pequeña ciudad donde encuentras restaurantes, salón de bellezas, boutique, todo lo que necesitaban en ese entonces.
Fueron llevadas a habitaciones individuales: “ahí no se duerme, el primer día yo estaba
traumatizada, llorando al estar lejos de mi tierra”, manifestó.
“Sabía que iba hacer el trabajo social pero no en las condiciones en que las iba hacer hasta ese momento”, precisa.
Fátima explicó que le hablaron de trabajar 24 horas, fue desde entonces que inició a hacer uso de sustancias prohibidas en este caso cocaína.
“Ellos nos ponían en la habitación un platillo con cocaína para poder intercambiar con los clientes. Hubo días donde fue necesario estar con hasta con 25 hombres sin descanso, un tiempo establecido para cada cliente e inmediatamente dar servicio al siguiente”, recuerda.
Sin tener consentimiento del término, Fátima fue víctima de “Trata de persona” tras ser explotada sexualmente y forzada a realizar y cumplir requisitos de los cuales no estaba del todo informada.
“No sabía que la Trata existía; todavía me pasa esto y no sé qué es Trata”, precisa.
Fue tan traumatizante la experiencia que para comunicarse con su familia solo le permitían hacerlo una vez cada quince días, mientras una persona la vigilaba para impedir que diera detalles de la situación: “No podíamos hablar nada de las condiciones en que estábamos, solo que estábamos bien y que pronto nos veíamos”, dijo.
Tras cumplirse los tres meses la administración del lugar nunca les informó que ella debía pagar su hospedaje y alimentación.
El salario tratado por su trabajo era de 1,200 dólares por mes, de los cuales sólo recibió 36 dólares: “Yo quería que la tierra me tragara porque sabía el compromiso que había dejado en casa”.
Fátima no quería regresar al país ya que no tenía suficiente dinero para saldar la hipoteca
de la casa, pero no había vuelta atrás, Fátima había sido engañada.
“Fueron momentos muy difíciles, el trato era indiferente y mi mamá no creía nada de lo que le decía, no quería volver al trabajo social pero por el compromiso de saldar la casa tuve que hacerlo”, sostuvo.
Fatia Peña salió del mundo de la prostitución tras hacer contacto con el Movimiento de Mujeres (Modemu).
“Modemu fue a dar una charla en un cabaret donde yo vivía, aunque los recibí con disgusto tras estar resacada de la noche anterior, consideraba que estas personas iban a molestar, sin embargo hoy en día doy gracias a la institución que me ayudó a salir del mundo de la prostitución”, destacó.
“Ya no podía ser un objeto si no un sujeto”, dijo Fátima llena de satisfacción.
“Quería salir de ahí porque me sentía usada y por mis hijas debía poner un stop y dar otro paso. No cambiaría nada en mi vida porque el trabajo sexual me dio la fortaleza de ser más humana y comprender la problemática de muchas mujeres que a veces desde las gradas la vemos, la juzgamos y la señalamos sin saber por la situación que esa persona está atravesando”, resalta.