NUEVA YORK .— Philip Roth, galardonado novelista e intrépido narrador de historias sobre sexo, muerte, integración y destino, desde la locura cómica de “El lamento de Portnoy” hasta el lirismo elegíaco de “Pastoral americana”, murió el martes en la noche. Tenía 85 años.
El escritor falleció en un hospital de la ciudad de Nueva York de insuficiencia cardíaca congestiva, confirmó su agente literario, Andrew Wylie, a The Associated Press.
Autor de más de 25 libros, Roth fue un feroz escritor satírico y un realista inflexible, confrontando a sus lectores con un estilo audaz y directo que despreciaba el falso sentimiento o la esperanza de una recompensa celestial. Era un ateo que juró lealtad a la imaginación terrenal, ya fuese ideando funciones pornográficas para el hígado crudo o complaciendo fantasías románticas sobre Anna Frank. En “La conjura contra América”, publicada en 2004, situó a su propia familia bajo el régimen antisemita del presidente Charles Lindbergh, mientras que el “Némesis”, de 2010, sometió a su Nueva Jersey natal a una epidemia de polio.
Roth fue uno de los grandes escritores que nunca recibió el Premio Nobel de Literatura. Sí obtuvo casi todos los demás galardones literarios, incluyendo el Premio Nacional del Libro y el Premio del Círculo Nacional de Críticos de Libros, ambos en dos ocasiones, así como el Pulitzer en 1998 por “Pastoral americana”. Era un veinteañero cuando recibió su primer reconocimiento e impresionó tanto a críticos como a colegas cuando produjo algunos de sus trabajos más aclamados siendo sexagenario o septuagenario, entre ellos “La mancha humana” y “El teatro de Sabbath”, una narración salvaje de lujuria y mortalidad que él consideró su mejor obra.
Se identificaba como un escritor estadounidense, no como uno judío, pero para Roth la experiencia estadounidense y la judía eran a menudo la misma. Mientras sus predecesores como Saul Bellow y Bernard Malamud escribieron sobre la dolorosa adaptación de los judíos a la vida de inmigrante, los personajes de Roth representaban a la siguiente generación. Su lengua materna era el inglés, que hablaban sin acento alguno y no cumplían con los rituales ni asistían a la sinagoga. El sueño americano, o la pesadilla, era convertirse en “un judío sin judíos, sin judaísmo, sin sionismo, sin lo judío”. Su realidad, más bien, era ser considerado un judío entre gentiles y un gentil entre judíos.
En la novela “La visita al maestro” (“The Ghost Writer”) citó a uno de sus héroes, Franz Kafka: “Solo deberíamos leer aquellos libros que nos muerden y nos pican”. Para sus críticos, sus libros debían ser repelidos como un enjambre de abejas.
Feministas, judíos y una exesposa lo atacaron por escrito, y a veces en persona. En ocasiones, las mujeres de sus libros eran poco más que objetos de deseo y rabia y el periódico neoyorquino The Village Voice publicó en una ocasión su foto en primera página calificándolo de misógino. El moderador de una conferencia lo acusó por sus retratos cómicos de los judíos, preguntándole si habría escrito los mismos libros en la Alemania nazi. El estudioso judío Gershom Scholem dijo que “El lamento de Portnoy” era el “libro por el que han estado rezando todos los antisemitas”. Cuando Roth ganó el premio internacional Man Booker en el 2011, una miembro del jurado dimitió alegando que el autor sufría de solipsismo terminal y que abordaba “una y otra vez el mismo tema en casi todos sus libros”. En “El teatro de Sabbath”, Roth imagina la inscripción de la lápida de su protagonista: “Sodomita, abusador de mujeres, destructor de morales”.
Su exesposa, la actriz Claire Bloom, escribió el exitoso libro de memorias “Leaving a Doll’s House”, en el que recordó la lectura del manuscrito de la novela “Engaño” (“Deception”). Con horror, descubrió que entre sus personajes había una esposa aburrida de mediana edad llamada Claire, casada con un escritor adúltero de nombre Philip. La actriz describió a su exmarido como frío, manipulador e inestable. (Aunque, ay de ella, aún lo amaba). El libro fue publicado por Virago Press, cuya fundadora, Carmen Callil, era la jueza que renunció años después al comité del Booker.
Algunas de las guerras de Roth se originaban en su interior. A finales de la década de 1960 sobrevivió a una rotura de apéndice y más tarde, en 1987, a una depresión con tendencias suicidas. Tras la decepcionante reacción a su novela de 1993 “Operación Shylock”, volvió a caer en una fuerte depresión y durante años apenas interactuó con los medios de comunicación. Pese al humor en sus obras _ que según sus amigos mantenía en su vida privada _ las fotos en las sobrecubiertas de sus libros solían resaltar el brillo tenso de sus ojos oscuros. En el 2012 anunció que dejaba la escritura de ficción para dedicarse a ayudar a la biógrafa Blake Bailey a completar la historia de su vida. Para 2015, se había retirado por completo de la vida pública.
Nunca prometió ser amigo de sus lectores; escribir era su única recompensa, la narración de “la vida, en toda su impureza descarada”. Hasta su abrupto retiro, Roth fue un autor dedicado y prolífico que solía publicar un libro por año y que era generoso con escritores de otros países. Durante años, editó la serie Escritores de la Otra Europa, gracias a la cual los lectores estadounidenses pudieron conocer autores de la Europa Oriental; Milan Kundera fue uno de los beneficiarios. Roth también ayudó a incrementar la base de lectores del autor israelí Aharon Appelfeld.