Su vestido primaveral ha envejecido en su delgado y encorvado cuerpo. Angustiada y cansada camina por las calles del sector Los Prados, Distrito Nacional. Habla y nadie le responde, se defiende, pero nadie la acusa.
La severa desviación en su espalda la inclina hacia un lado. Tras un largo recorrido, se detiene, se sienta en una acera y tocando su enredado cabello gris, dice: “Yo no soy una drogadicta”.
Acerca de ella se tejen historias de quien pudo haber sido. “Qué le habrá pasado a esa mujer”, “Parece que es mansa”, son algunos de los comentarios de los residentes y comerciantes de la zona, donde pocos la conocen.
Como ella, hay una cantidad indeterminada de enfermos mentales deambulando por las vías del Gran Santo Domingo, sin domicilio fijo, buscando alimentos en zafacones y sobreviviendo de las dádivas de “buenos samaritanos”.
No hay un censo que determine cuánto son ni dónde están, pero tampoco es difícil identificarlos si hay voluntad. En un recorrido de 12 kilómetros realizado por elCaribe, desde el Control (parada de concho) de Pantoja, Los Alcarrizos, hasta la avenida Dr. Fernando Arturo Defilló esquina John F. Kennedy, se observó seis enfermos mentales.
En un trayecto aún más corto, de solo dos kilómetros, en la avenida San Vicente de Paúl, Santo Domingo Este, se identificó tres personas con aparentes trastornos mentales severos.
Es frecuente encontrarlos en el emblemático parque Enriquillo, la Zona Colonial, La Feria, el mercado de la Duarte, en barrios populosos e incluso en las avenidas más transitadas de la urbe del Distrito Nacional.
Muchas veces abandonados por la familia, este grupo vulnerable carga con un histórico estigma social que se manifiesta en abusos y rechazos por parte de la población, del sistema de salud que en ocasiones le niega el servicio; y del propio Estado dominicano que en la práctica no tiene la salud mental como una prioridad en sus políticas públicas. En un momento logran salir de la burbuja mostrando un interés por el mundo real, en otro se encierran en sus conflictos internos. Otras veces inventan y protagonizan historias fantásticas producto de su estado psicótico que los lleva a encarnar personajes de doctores, maestros, reinas, políticos y todo lo que su cerebro les hace creer.
Así es como pierden sus nombres para adquirir uno generalizado. “Locos”, le llaman. En la mayoría de los casos tuvieron una vida normal, eran cabeza del hogar, ejercían un oficio, eran miembros activos de una comunidad, de un círculo de estudios, pero en el camino la vida les hizo una mala jugada.
Discriminados en la salud
“La estigmatización es una barrera que debemos romper no solo a nivel comunitario o social, también en el servicio de salud, porque muchos servidores de la salud han estigmatizado la salud mental de una forma tal que la han excluido de lo que es la salud”, expresa Francis Báez, directora del departamento de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud (SNS).
Tras una larga plática con un equipo de elCaribe sobre los escollos y avances de la salud mental en el país, narra aún indignada por lo ocurrido. “Tuve un caso y he tenido muchísimos casos y quejas de que han llevado pacientes enfermos mentales a una emergencia y ese médico, que puede ser emergenciologo, internista o médico general, dice que no es psiquiatra para que le traigan un paciente psiquiátrico”.
“Yo tuve un caso en un pueblo, un paciente que llevó el 911 amarrado a una emergencia, y la doctora de emergencia lo mandó a sacar afuera de la emergencia y el paciente amaneció atado en el parqueo, no lo pudieron soltar porque estaba muy agresivo; y la doctora dijo que ella no era psiquiatra” sostiene.
Cuenta que la acción fue reportada y que uno de sus objetivos como coordinadora de la Red de Salud Mental, que está en proceso de implementación, es que situaciones como la denunciada no ocurran.
¿Y es que en las emergencias no tienen capacidad para responder a estos casos? pregunta elCaribe
“Ese no es el hecho. Todo hospital y más si es del tercer nivel tiene un profesional de la salud mental. Lo único que usted como médico que recibió esa emergencia lo que tiene que hacer es llamar a ese profesional y dentro del stock, hay cuadros básicos de medicamentos de salud mental. Usted lo que tiene es que aplicarle lo que él (psiquiatra) le diga. Usted no puede negarse a dar el servicio.
Explica que precisamente la salud mental está dentro de la medicina interna, por lo que entiende se debe abogar por lo que llama una medicina de enlace, por ese engranaje que se debe dar en los servicios de salud. Afirma sin temor a equivocarse que de todas las áreas de la salud, el enfermo mental es el paciente más rechazado, maltratado y estigmatizado.
Entonces a este paciente, como a muchos otros enfermos mentales, se le negó el derecho de recibir atención médica, comenta elCaribe. “Exacto. Es un derecho a la salud. Es una violación a los derechos humanos. El enfermo mental recibe maltrato de todo el mundo. Lo recibe de la clase profesional de la salud, pero también recibe maltrato de la sociedad, de la familia que no entiende la enfermedad, que en un momento se cansa, lo abandona y en un momento hasta lo maltrata”, destaca la funcionaria designada en el referido cargo en la actual gestión.
Explica que la estigmatización es a tal grado que la misma sociedad muchas veces cuando tiene un problema relacionado con la salud mental dice: “No me manden al psiquiatra, que yo no soy loco”. “Solamente se acepta la salud mental en algunas familias cuándo toca a su puerta. Cuando llegan esas grandes crisis, donde tú pides un médico y dices hay que amarrarlo, nos va a matar, se va a matar o dejó de trabajar, ya no funciona como antes”, precisa.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cuatro familias tiene por lo menos un miembro afectado por un trastorno mental
Madre de enfermo mental comparte su historia
Y es que convivir con un paciente con una enfermedad mental, conlleva muchos desafíos. Felicia González lo ha vivido en carne propia con su primogénito. Se llama José y ya tiene 40 años. “Hay personas que lo quieren mucho y lo cuidan cuando lo ven en problemas y lo ayudan, aunque hay otros que le hacen maldad. Por ejemplo a él le gusta tomar, y se la compran (bebida alcohólica) en lugar de decirle que no, para mi esa es una maldad”, cuenta.
Desde pequeño, José mostró algunos signos que, según dice su madre, presagiaban su condición. La señora González no sabe con cual enfermedad ha estado luchando durante todos estos años, ya que desconoce el diagnóstico de su hijo. Aunque está bien cerca de conocer qué tipo de trastorno ha convivido con José, ya que dentro de pocos días este deberá entrar a sala de cirugía, afectado del corazón y una hernia, para lo cual su médico le solicitó que sea revisado por un psiquiatra previamente.
Felicia es una mujer de escasos recursos que no fue privilegiada con el acceso a una educación académica. Cuenta que cuando su hijo está “muy alterado” o pasa por una crisis, ella misma le ofrece una pastilla (menciona el nombre de un fármaco), para tranquilizarlo. La angustia hace un nudo en su garganta y le quita el sueño cada vez que José desaparece por varios días, como ocurrió recientemente.
Según explica la psiquiatra Báez, la salud mental tiene tres áreas donde trabaja: las emociones, la conducta, la percepción y el contenido del pensamiento. Indica que en esta, la genética tiene una carga importante.
“La salud mental antes se tenía como una especialidad empírica, no, la salud mental tiene una base biológica. Se ha demostrado que se alteran un sin número de sustancias a nivel cerebral así cómo se alteran sustancias en el diabético en el páncreas y en el paciente hepático en el hígado”, sostiene.
La doctora Báez es psiquiatra de vocación. Cuando cumplió 18 años recibió un obsequio que le dio un giro a su vida. Su padre, un profesional de la salud mental, le regaló una silla que colocó en el consultorio donde ofrecía las consultas. “Papi me mandó a buscar y cuando llego al consultorio le digo: dime papi, y él me dice mira lo que te compré muñeca, para que te sientes al lado de tu padre para que aprendas todo lo que tu padre hace, porque quien se va a sentar en esa silla eres tú”, recuerda. Estudiando cada expediente de pacientes con diferentes diagnósticos, fue generando una empatía y sin darse cuenta fue construyendo un compromiso moral con las personas que padecen trastornos mentales. En ese entonces nunca imaginó que años más tarde sería la nueva directora de un departamento que lleva las ejecutorias y coordinación de los servicios de la salud mental en el país.
Ley dice tienen derecho a la salud y a ser respetad
La Ley sobre Salud Mental No. 12-06 contempla la promoción de acciones tendientes a la des-estigmatización de las personas con trastornos mentales, el reconocimiento e identificación de las mismas y el desarrollo de redes comunitarias para la protección de los derechos humanos de las personas con trastornos mentales. Como derechos básicos y libertades fundamentales de todas las personas que padezcan una alteración mental o que estén siendo atendidas por esta causa: cita lo siguiente: tener acceso a la mejor atención disponible en materia de salud mental y adecuada a sus antecedentes culturales en todos los establecimientos hospitalarios públicos y privados del país y que abarque cualquiera de los distintos niveles de atención primaria, secundaria o terciaria. Así como ser respetadas en su dignidad como seres humanos y a ser tratadas con humanidad.