El Vaticano dijo que ambos hablaron de temas globales, como el de la migración, el medio ambiente y la prevención y resolución de conflictos, especialmente el desarme.
La semana pasada, Francisco llamó a las naciones a recibir a todos los refugiados que puedan integrar adecuadamente a sus sociedades.
En un tiempo de difíciles relaciones franco-italianas, la visita de Macron estuvo relacionada estrictamente con el Vaticano, sin ninguna reunión planeada con representantes del gobierno italiano.
Italia está furiosa de que Francia está enviando de regreso a migrantes que ingresan ilegalmente a Francia desde territorio italiano.
Además, Francia enfureció al nuevo gobernó populista italiano por criticar al país por negarse a permitir el atraque de un barco privado de rescate con más de 600 migrantes a bordo. Al final, España ofreció puerto seguro al buque. Italia ha permitido la entrada de unos 600.000 migrantes rescatados en alta mar en los últimos años, pero el nuevo ministro del Interior, el derechista Matteo Salvini, dice que Italia no puede ser más “el campamento de refugiados” de Europa.
Antes de llegar al Vaticano, Macron se reunió con funcionarios de la organización caritativa católica Comunidad Sant’Egidio, que trabaja para integrar a inmigrantes a la sociedad italiana y ha organizado vuelos para refugiados sirios a Italia como alternativa a la riesgosa travesía por el Mediterráneo.
Luego de que salieron del encuentro a puerta cerrada, Macron y Francisco se despidieron afectuosamente. El pontífice, como es costumbre con sus huéspedes, le dio a Macron una medalla con la efigie de San Martín de Tours.
La medalla “busca resaltar la vocación de los que gobiernan para ayudar a los pobres”, le dijo Francisco a Macron. “Todos somos pobres”. Le dio además copias de varios de sus escritos, incluso su encíclica sobre la fragilidad de la Tierra y su último mensaje sobre el Día de Paz Mundial de la Iglesia Católica.
Macron a su vez le entregó al papa un ejemplar del “Diario de un cura rural”, de Georges Bernanos. La novela narra la historia de un joven cura francés que aprende humildad en su ministerio en un pequeño pueblo. “Yo la he leído ya. Muchas veces”, dijo Francisco. “Me hizo bien leerlo”, agregó.