El papa pidió hoy gestos de paz “en este tiempo marcado por los horrores de la guerra”, en referencia al conflicto en Ucrania, durante la ceremonia de la Vigilia Pascual en la que se celebra la espera de la resurrección de Jesús, pero en la que Francisco sólo leyó la homilía por sus problemas en la rodilla.
La gonalgia, el dolor en la rodilla derecha, que el pontífice arrastra ya desde hace meses, volvió a impedirle celebrar este oficio del Sábado Santo después de los esfuerzos del Jueves y Viernes Santos, por lo que fue sustituido por el cardenal Giovanni Battista Re, que es el decano del colegio cardenalicio.
Francisco se mantuvo sentado en primera fila delante del resto de los fieles y tomó la palabra para leer su homilía en la que pidió “resucitar a Jesús” y llevarlo “a la vida cotidiana: con gestos de paz en este tiempo marcado por los horrores de la guerra; con obras de reconciliación en las relaciones rotas y de compasión por los necesitados; con acciones de justicia en medio de las desigualdades y de verdad en medio de la mentira”.
“Con él el mal ya no tiene poder, el fracaso no puede impedirnos volver a empezar, la muerte se convierte en pasaje para el comienzo de una nueva vida. Porque con Jesús, el Resucitado, ninguna noche es infinita; y aun en la oscuridad más profunda, brilla la estrella de la mañana”, dijo Francisco.
El papa había comenzado su homilía en esta ceremonia, una de las más largas y cargadas de simbolismos de la tradición católica, explicando que “muchos escritores han evocado la belleza de las noches estrelladas” pero, en cambio, “las noches de guerra están atravesadas por estelas luminosas de muerte”.
El ALCALDE DE MELITÓPOL Y PARLAMENTARIOS UCRANIANOS PRESENTES
Francisco al final de su homilía se dirigió al alcalde de la ciudad ucraniana Melitópol, Iván Fiódorov, quien fue secuestrado al inicio de la guerra por el Ejercito ruso, y a tres parlamentarios del país, María Mézentseva, Olena Khomenko y Rustem Umérov, que estuvieron presentes en la ceremonia, y se refirió “a la oscuridad” que están viviendo.
“La oscuridad de la guerra y de la crueldad. Todos nosotros rezamos por vosotros, por esta noche, por todos los sufrimientos, y sólo podemos daros nuestra compañía y nuestra oración y daros ánimos”, dijo Francisco, que añadió en ucraniano: “¡Dios ha resucitado!”.
El pontífice también habló de la “belleza” de “una Iglesia que corre así por las calles del mundo. Sin miedo, sin tácticas y sin oportunismos; sólo con el deseo de llevar a todos la alegría del Evangelio”.
“Estamos llamados a esto: a experimentar al Resucitado y compartirlo con los demás; a rodar esa piedra del sepulcro, con la que muchas veces hemos sellado al Señor, para contagiar su alegría en el mundo”, añadió.
De nuevo con la basílica de San Pedro repleta de fieles, cerca de 5.500, tras dos años en los que se restringió el número de fieles por la pandemia, se vivieron los momentos más simbólicos de esta Vigilia con la bendición del fuego, se encendió el cirio pascual y se marcó la vela con la inscripción de la primera y la última letra del alfabeto griego -alfa y omega- que simbolizan que Dios es el principio y el fin.
Después se produjo la tradicional procesión con la entrada de los concelebrantes en total silencio y a oscuras para representar la ausencia de luz tras la muerte de Jesucristo, mientras que Francisco asistía en su silla en primera fila.
Esta larga ceremonia sigue la tradición de los primeros años de la Iglesia, la de los catecúmenos, los adultos que aspiraban a convertirse al cristianismo, y por ello también se celebró la bendición del agua, y fue Francisco quien bautizó a siete adultos de diferentes nacionalidades, en particular un italiano, un americano, un cubano y un albanés.
Mañana, si no se anuncian otros cambios, Francisco tiene previsto celebrar la misa del Domingo de Resurrección en la plaza de San Pedro, que tras la pandemia volverá a estar rebosante de fieles y con las flores donadas por Holanda, y pronunciará su mensaje de Pascua, donde de nuevo la guerra en Ucrania volverá a estar presente, e impartirá la bendición Urbi et Orbi.