Altagracia Albino recuerda perfectamente el momento en que le dio una de las mejores lecciones a su hijo, el hoy inmortal Vladimir Guerrero.
No fue con rosas ni paños tibios. Fue un regaño de Grandes Ligas. Pero ella lo entendió necesario.
¿Cuál fue el mejor consejo que usted le dio a Miqueas (el apodo de Vladimir)?
“Consejo no. Fue un regaño y fue en el estadio. Yo lo vi. Nadie me lo contó. Él se había ido de 4-0 y agarró y estrelló todo. El bate, el casco y me di cuenta”, dice la progenitora de Vladimir, una señora que es a su vez un compendio de sacrificios para sus hijos sin abandonar su creencia en el evangelio.
“Cuando lo vi después del juego le dije que si se le había olvidado que podía pegarle, que sea la última vez que hacía eso por irse de 4-0. Usted le dará gracias a Dios por irse de 4-0, 5-0, igual que sí le va bien. Ya usted sabe”, recuerda doña Altagracia, que aún mantiene viva la velocidad de su “mano” para el que ose cruzar la línea del respeto en la familia.
“A mi tienen que respetarme, todos. Los hijos, nietos, bisnietos, en fin. Con eso no se inventa”, dijo.
Agradeció a Dios por el alto honor concedido a su hijo de llegar a la inmortalidad en las Mayores.
“Todo viene por obra del Señor”, dijo la señora Albino, que ayer estuvo acompañada de sus amplia familia en un momento inolvidable, la exaltación de Vladimir, su vástago Miqueas que siempre será su pequeño sin importar el nivel que alcance.