La joven voleibolista ha tenido un 2018 grandioso y está en vías de establecerse dentro de las Reinas del Caribe
Es zurda, muy risueña en cancha, tímida fuera de ella y su talento es difícil de ignorar. Es Gaila González, la estrella en ciernes del voleibol dominicano que está en vías de establecerse en el equipo grande, las llamadas “Reinas del Caribe”. Ella ha enamorado a todos con un impresionante presente y un futuro que descansa en el aval que brindan sus 21 años de edad.
Gaila es un producto del proyecto de la Federación Dominicana de Voleibol (Fedovoli), en cuyas fincas ha estado desde los 13 años cuando se le escapaba a su padre Gabriel desde el pabellón de boxeo -donde trabajaba como entrenador- hasta el pabellón de voleibol en el Centro Olímpico Juan Pablo Duarte para ver juegos y entrenamientos. Más tarde, en una visita al dentista, alguien le aconsejó a su madre Kenia que no desperdiciara la estatura de la niña y ahí comenzó una historia: el voleibol había ganado un diamante en bruto.
Hoy, González cuenta con un prontuario de logros internacionales en categorías formativas con el equipo nacional que soportan su actual ascenso a la selección adulta, escuadra en la que ha estado en los tres eventos de importancia este año: la Liga de Naciones, la Copa Panamericana y los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Tras una historia intermitente –exclusivamente por su juventud- como miembro de la selección grande, la opuesta de 6’2 de estatura juega por primera vez tres eventos seguidos con las Reinas del Caribe, así que es fácil de inferir que la era de Gaila ha llegado. “Voy a seguir trabajando fuerte para quedarme”, dice González. “Son muchas jugadoras y todas están trabajando, así que simplemente hay que hacer lo suyo”.
El reto está planteado y los sueños son muchos. La propia jugadora reconoce que hay un largo trayecto por mejorar y no esconde que su participación en la recién creada Liga de Voleibol Superior (LVS) le ayudó para elevar su juego y encumbrar su grado de confianza en el taraflex. “La liga me ayudó mucho, ya que en mi equipo, Cristo Rey, era la líder y tuve que cargar con el equipo y eso ayudó muchísimo a mi desarrollo”, afirma. “Tengo que mejorar muchas cosas. Debo tener mejor concentración y saber qué hacer en puntos difíciles. Todavía la experiencia no me ayuda mucho, pero vamos poco a poco”. En el primer torneo de la LVS, la capitaleña fue líder en puntos y fue premiada como mejor saque.
El progreso y la confianza a la que se refiere afloraron en la recién finalizada Copa Panamericana Sub-23 en Lima, Perú, en la que el equipo quisqueyano logró por cuarta vez consecutiva la medalla de oro con una Gaila que obtuvo el premio de Jugadora Más Valiosa.
Desde sus inicios, González admiró a una de sus compañeras, Gina Mambrú, por su estilo de juego y su ética de trabajo, pero cuando se trata de jugadoras que le han ayudado a mejorar, el listado es un poco mayor. “Camile Domínguez siempre me aconseja, porque a veces desde fuera se ve mejor que desde adentro”, apunta. “Bethania (De la Cruz) siempre me corrige, al igual que Annerys (Valdez). Ellas me han corregido y ayudado”.
Gaila cursa el cuarto cuatrimestre en la carrera de Administración de Empresas en la universidad APEC, aunque admite que no es tan fácil combinar los estudios con el deporte de alto rendimiento. “Es un poco difícil, por los viajes y eso”, comenta. “Muchas veces no puedo concluir cuatrimestre y otros sí”.
Terminar la carrera académica es algo que tiene claro, así como convertirse en una jugadora de mundiales y olimpiadas, aunque no necesariamente en una atleta famosa. Es que aquellos que la conocen saben que es tímida y que sus valores familiares son la plataforma para soportar las luces de los reflectores sin cambiar como ser humano en ese proceso. “Eso de la fama no me gusta mucho”, admite. “El voleibol es como un estilo de vida y ha ayudado a muchas jugadores a cambiar de estatus, pero cuando empecé a jugar no lo hice por el dinero, simplemente me gustaba y lo quise intentar”.