Lino Rivera perdió a una hermana por cáncer y un hermano también lo padece, entre otras duras situaciones familiares
Santiago de los Caballeros.- Siempre habrá algo de las Águilas Cibaeñas en Lino Rivera. Ganar es lo primordial, pero en su caso no lo esencial. Sí, parar la sequía de coronas desde la campaña 2007-08 en la pasada estación es algo grandioso. No obstante, sentirse un hombre nuevo, renovado, que puede dar testimonio de procesos que se convierten en pruebas difíciles, no se compara con nada.
Es el mismo Rivera que el año pasado perdió a su hermana Awilda Rivera por un cáncer de páncreas, a quien el huracán María le destrozó todo en Puerto Rico, el hijo que aún atiende a su padre, Lino Rivera, producto de un accidente cerebro vascular y el protagonista de otros hechos en este mismo 2018.
Su hermano ahora tiene el mismo cáncer de su hermana, su padrastro también sufre de achaques de salud y, para que no se detenga el rosario de situaciones, el propio Lino estuvo al punto de perder una pierna al darse un golpe en un estadio y no atenderse a tiempo.
“Yo no sabía lo que era la fe, ahora sí. Papa Dios me puso estas pruebas para que me diera cuenta de qué estoy hecho. Ahora entiendo que esto era un propósito. Ahora soy más fuerte, porque de lo contrario no estuviese dirigiendo aquí otra vez”, comenta Lino en su conversación con elCaribe en un aparte de las prácticas de los campeones nacionales en el Estadio Cibao de esta ciudad.
“Las cosas suceden por un fin. Ya realmente conozco a Dios. Uno a veces se separa cuando le pasan muchas cosas porque empiezas a reclamarle a Dios, yo he sido lo contrario, he buscado la manera de cómo pegarme más a Dios, de cómo puede serle mejor”, dice el siempre caballeroso dirigente boricua.
Cuidado de su hermano
Para los meses de abril y mayo, Rivera recibió la dura noticia sobre su hermano Ramón Orosco Jr., y su padrastro Ramón Orozco, lo que surtió un duro impacto en su madre, Norma Ortiz.
“Este año he estado en el mismo hospital donde perdí a mi hermana cuidando a mi hermano, en el mismo piso, con el mismo doctor y ahí también tengo a mi padrastro”, relata. “Y yo recibí una línea en el pie derecho en Seattle, me descuidé y duré ocho días interno que por poco y pierdo la pierna. Tuvieron que operarme y aún me duele un poco”.
Los días han sido largos, las noches tormentosas, con una alta dosis de lágrimas surcando su rostro como si fuese agua en una cascada, pero al final Rivera encuentra el lugar perfecto para poner todo a un lado y seguir hacia adelante.
“Venir al parque es encontrar mi paz. Y me considero de Santiago, porque aquí tenemos un gran grupo, esto es una familia. Yo he ganado en otros lugares a lo largo de mi carrera, pero esa corona de aquí con las Águilas, con todo lo que se vivió, pues es especial, diferente para mí y este año venimos con todos los bríos dar lo mejor y a brindarle satisfacción a una fanaticada excelente”, dice Lino.
Si las batallas son asignadas tomando en cuenta el temple del soldado, Rivera es de los mejores en su clase.