PHOENIX — El grito de “¡Va-moooo-nos!” retumba desde arriba de peñones enormes en una zona llamada, apropiadamente, el Cañón del Eco.
En cada una de sus tres pretemporadas con San Francisco, el lanzador dominicano ha alquilado una casa cerca de Camelback, siempre en un lado distinto de la montaña para estar cerca de su zona preferida para realizar senderismo.
“Me gusta estar al lado de la montaña y me gusta estar cerca del estadio”, dice.
Vestido de negro con una camiseta deportiva de los Gigantes, Cueto inicia el recorrido un día de la semana pasada al ritmo del reggaetón que emana de sus audífonos. El lanzador se detiene en un momento para apreciar una colina poblada por rocas y cactus. “Wow, fabuloso, bonito”, admira el jugador, antes de reanudar la marcha.
Más arriba, se detiene de nuevo para admirar el paisaje del Valle del Sol, y un grupo de senderistas lo reconoce.
“¿Saben quién es ese? ¡Johnny Cueto!”, dice Zack Shepard, oriundo de Cincinnati y ahora residente de Arizona, mientras dirige a un grupo de senderistas.
“Hey, Johnny Cueto, ¡te queremos!”, grita una mujer, después que su hijo reconoció al derecho de su época como jugador de los Reales de Kansas City.
En la cima, después de unas cuantas pausas para tomar fotos para subir a su popular cuenta de Instagram, Cueto descansa mientras le bajan gotas de sudor por el rostro. Pregunta cuánto tiempo duró el recorrido _ la respuesta es casi 50 minutos.
Luego, estira los brazos y posa para admirar la vista.
“Probablemente voy a sentirlo mañana”, dice. “El descenso es más fácil, voy apoyándome en las rocas grandes”.
De personalidad extrovertida y pelo con trenzas rasta, el pitcher de 32 años de personalidad es uno de los mejores jugadores de los Gigantes, y espera estar saludable en 2018 después de realizar solo 25 aperturas el año pasado.
Su régimen de ejercicios es un ejemplo para otros jugadores, aunque no sea su intención. Usualmente llega temprano a las instalaciones del equipo y se le puede ver subiendo y bajando las escaleras de las gradas.
Mientras desciende de Camelback, una espectacular puesta del sol lo recibe en el estacionamiento. Entonces trota la corta distancia hasta su casa, y estira antes de terminar por el día.
“Hay que soltar las piernas”, dice. “Hoy fue un buen entrenamiento”.
Y lo espera una buena cena de arroz.