A los 16 años le iba mejor en la siembra que en el béisbol. Hoy día es uno de los mejores lanzadores en las Grandes Ligas
A los 16 años, Luis Castillo tenía más futuro en la agricultura que en cualquier otro oficio que tuviese en agenda, incluido el béisbol profesional, donde buscaba una firma que estaba distante. No alcanzaba las millas que se requerían, su físico no le ayudaba y esos comentarios alusivos a que abandonara la pelota llovían como el caer de las hojas en otoño.
Días difíciles para un banilejo que deseaba un mejor porvenir que el presente que vivía en la zona de Villa Fundación.
“Cuando íbamos a practicar, gustaban otros, menos yo. Yo no gustaba para nada. Incluso, un hermano mío tenía mejores condiciones que yo, porque con 16 años yo lanzaba a 83 millas (por hora) y eso no me ayudaba en la búsqueda de firma”, dijo Castillo a elCaribe en su residencia de la ciudad de Cincinnati, Ohio.
El hoy estelar lanzador de los Rojos de Cincinnati es todo un experto en materia de siembra. “Sé sembrar de todo. Ají, cebolla, arroz, en fin, trabajé mucho en el campo con mi papá. Había que estudiar, jugar pelota, pero había que ayudar en la casa y eso lo hacía con mi papá”, comentó Castillo, de 26 años de edad.
El derecho, que tiene foja de 15-8 y un promedio de carreras limpias de 3.40, era tan flaco que su madre se vio en la obligación de darle una receta especial para que aumentara unas cuantas libras. “Mi mamá me daba jugo de espagueti”, dijo con una sonrisa. “Imagínese, yo era así (señalando el meñique derecho)”, agregó. ¿No era fácil darse ese trago? “Yo me lo fuetiaba”, respondió con una carcajada que se sintió en toda la residencia.
En una ocasión, Luis fue a una prueba con una organización y dijeron que todo el que lanzara a 90 millas lograba su firma. Castillo se quedó en 88 millas y cuando llegó a su casa mandó los aperos del béisbol bien lejos con la intención de no verlos más por la frustración.
“Esa me dolió y dije en mi casa que iba a dejar la pelota, que no volvía más a un estadio. Pero mi papá me llamó aparte y me habló. Me dijo que si yo quería terminar sembrando en el campo o con otro trabajo de ese tipo y que siguiéramos viviendo en la casa pequeña que vivíamos pues que dejara la pelota, pero que lo pensara bien. Eso me llegó y al otro día cogí mi bulto y a trabajar más fuerte”, dijo.
Pactó en 2011
Castillo firmó en 2011, a los 19 años, con San Francisco por 15 mil dólares. “Todavía queda algo de ese dinero”, comentó. “Lo pusimos en una cuenta y queda un poco”, añadió.
En 2014, los Gigantes lo enviaron a los Marlins, que en 2016 lo mandaron a San Diego, organización que varios días después lo devolvió a los Marlins en otra transacción. “Una locura”, dijo.
Fue en 2017 que los Marlins lo enviaron a Cincinnati, donde ya fue al Juego de Estrellas en esta campaña y se ha erigido en un buen lanzador con muchas metas en su agenda.
“Mi ídolo es Pedro Martínez. Quiero que me recuerden como un buen lanzador. Quiero dejar mis huellas en el juego”, dijo quien pasó de ser agricultor a un estelar en las Mayores.