La cuenta regresiva para la exaltación de Ortiz inició y elCaribe estará presente en cada uno de esos momentos
Boston, Massachusetts. El conteo regresivo de David Ortiz para oficialmente entrar a Cooperstown ha comenzado. Quedan seis días para el momento estelar.
elCaribe se hace eco de una espera memorable para la República Dominica, la tierra que vio nacer a Ortiz, el terruño que ahora contará con cuatro de sus hijos en la más alta instancia del béisbol en el globo terráqueo.
Primero fue Juan Antonio Marichal Sánchez en 1983, luego Pedro Martínez en 2015 y Vladimir Guerrero padre en 2018. Tanto Pedro como David ingresaron en sus primeras apariciones en la boleta que se presenta cada año a los miembros de la Asociación de Escritores de Béisbol en los Estados Unidos (BBWAA por sus siglas en inglés). Ninguno como Martínez, el otrora estelar de Boston, compañero de Ortiz, cuya factura presenta 500 sufragios a favor de un total de 549.
David sumó 307 de 394 para ser el único seleccionado por los periodistas en la clase de 2022. En la ceremonia que ha de comenzar el próximo día 24 en los terrenos del Clark Sports Center, en Cooperstown, Nueva York, por igual recibirán el sello de inmortalidad Gil Hodges, Jim Kaat, Orestes Miñoso (Minnie) y Tony Oliva por la vía del Comité de la Era de los Días Dorados y Buck O’Neil y Bud Fowler por otro comité especial.
El “Big Papi”, como le llaman a David, confeccionó su carrera de Salón de la Fama en base a palos en los momentos apremiantes. Fue en octubre de 2004, en la entonces sufrida ciudad de Boston, con una sequía de coronas desde 1918, que se erigió en leyenda en ese famoso regreso de 0-3 contra los rivales de toda una vida, los Yankees de Nueva York.
Los Medias Rojas lograron lo impensable, con David trazando la pauta junto a otros compañeros, y terminaron con la corona. Ortiz, un desconocido que había sido dado de baja por Minnesota y llegó a la Nueva Inglaterra por la vía de Pedro, no se quedó ahí y fue pieza clave de dos títulos más: en 2007 con barrida ante Colorado y en 2013 nueva vez ante San Luis, la víctima de la Serie Mundial de 2004.
David cerró su carrera con un promedio de bateo de .286, 2,472 imparables, incluidos 541 jonrones y 632 dobles, entre otros logros.
Fuera de ese compendio estadístico de respeto, fueron sus huellas en la hora de la presión, su ejecución en las circunstancias apremiantes por lo que dejó un legado indeleble. Como hacen los inmortales. Por eso está en Cooperstown.