Mientras los rumores de cambio a su alrededor se intensificaban durante las Reuniones Invernales, Luis Castillo estaba tan desconectado que ni siquiera los escuchó de inmediato.
El estelar abridor dominicano de los Marineros cambia su rutina de la campaña por un meticuloso régimen en la temporada muerta, que incluye pescar prácticamente todos los días en su bote de 40 pies, llamado apropiadamente “La Piedra”, su apodo, en su natal Baní. A menudo, tiene que alejarse varias millas de la costa para atrapar su presa favorita, el pargo rojo, perdiendo señal en el proceso.
“Tienes que irte bien lejos para conseguir lo bueno”, dijo el coach de pitcheo de los Marineros, Pete Woodworth, quien por segunda temporada baja consecutiva visitó a Castillo para verlo en su entorno. En una temporada baja relativamente tranquila para los Marineros, los rumores en torno a Castillo fueron objetivamente lo más llamativo, aunque al final no se concretó ningún cambio.
Seattle no estaba exactamente ofreciendo a su caballo de batalla. Sin embargo, a medida que los principales lanzadores agentes libres comenzaron a firmar contratos de más de US$200 millones, dejando a otros equipos en busca de opciones más accesibles, los Marineros recibieron un mayor número de llamadas sobre Castillo durante las Reuniones Invernales a principios de diciembre.
El presidente del departamento de operaciones de béisbol de los Marineros, Jerry Dipoto, y el gerente general Justin Hollander, mantuvieron a Castillo informado sobre las conversaciones a través de su agente, Rafael Nieves de Republik Sports. Sin embargo, las negociaciones nunca llegaron al punto de pedirle que renunciara a la cláusula de no cambio que tiene vigente hasta el final del 2025. Esa cláusula expirará después de esta venidera temporada, momento en el que a Castillo le restarán dos años y US$48 millones en su contrato, además de una opción condicionada de US$25 millones para el 2028.