Semana Mayor, semana de pasión, culminación de los 40 días de la Cuaresma ,donde para el mundo cristiano se celebra la pasión, muerte y resurrección de Cristo, nuestro Señor. Coincide con la primera luna llena después de iniciada la primavera, tal y como sucediera durante el martirio del Cristo resucitado, en franco triunfo sobre la muerte. La Pascua de Resurrección puede ocurrir tan temprano como el 22 de marzo y tan tarde como el 25 de abril. Esta festividad tiene lugar desde fines del Siglo IV, casi 1,100 antes de la llegada de los europeos a nuestra isla. Ayer domingo, primer día de la Semana Santa, se recordó la entrada triunfal de Jesús de Nazaret a Jerusalén. Pasaje de simbolismos, narrado por todos los evangelistas, que describe a un Cristo montado sobre un burrito recibido con palmas y ramas, reconocido como Mesías, por los mismos que apenas días más tarde lo escupirían y pedirían su crucifixión y muerte en el Calvario. Clara alegoría de la conducta humana con absoluta vigencia 2000 años después. Rituales y tradiciones que han cambiado la actitud del dominicano en su accionar en la Semana Santa.
La Semana Santa del 2017 nos encuentra entre operativos para prevención de tragedias, “protestas verdes”, paros y huelgas; médicos que se “restan” de los servicios y se “suman” a las emergencias y “operativos”; modificación de leyes sobre el sistema de partidos; abundantes noticias sobre cataclismos y guerras; llantos de comerciantes sobre “ventas tímidas” y Odebrecht con su “fuin-fuan“; llamados a recogimiento y reflexión; entre viajes de retorno al lugar donde “el ombligo está enterrado”; bañistas de playas y ríos; vocinglería política apocalíptica presagiando desastres; funcionarios con accionar contrario al del jefe del Estado; entre tradiciones que se desvanecen y se fortalecen; procesiones y liturgias; un Carnaval Cimarrón en Elías Piña; habichuelas con dulce, “chacá”, “damema”, “malarabia”, arroz con leche y otros dulces típicos de la época, hechos en abundancia para compartir con vecinos y amigos; con bacalao, arenques, “pecao con coco”, guandules; Ga-gás, Guloyas, “loaces y montaos”, fotutos, pitos, música y mucho ron; viajeros apurados, curiosos “turistas” locales y los que se quedan a disfrutar la quietud de la ciudad medio desierta; fervorosos que dan espacio a sus creencias y fieles a ellas ofrecen tiempo al Cristo que cada año muere y resucita; reburujados con los que deben llamar al optimismo colectivo y practican pesimismo individual que contagia. Además de la práctica y la genuina reflexión cristiana, es oportuno pensar en nuestro futuro como sociedad, como nación, en medio de una francachela de diversión y escapismo de una realidad que exige al “pueblo intrépido y fuerte”, como reza el himno, sobreponerse unido a todo lo que amenace su destino.