El prestigioso periodista e historiador Rowland Juan Bosch, miembro directivo de importantes disidentes organizaciones cubanas anticastristas, incluyendo la Academia de Historia Cubana del exilio, relata las relaciones de los principales dirigentes de la guerra de independencia de Cuba, José Martí, Máximo Gómez, Antonio Maceo, y otros, con la persona y el régimen de Ulises Heureuaux:
“Ardiendo ya la guerra en la manigua cubana, se hacía necesario a Martí y Gómez trasladarse a Cuba, pero el dinero escaseaba. Gómez le sugiere a Martí la idea de ir a la capital dominicana y hablar con Lilís. Martí, … emprende el camino a Santiago de los Caballeros, pero precavidamente … comisionó al fiel general José María Rodríguez (Mayía) para que se reuniese con Federico Henríquez Carvajal y Jaime Vidal a la sazón Ministro de Fomento, y juntos obtener el permiso de Lilís para una entrevista. La entrevista se hizo viable y tras larga conversación con los tres visitante (sic), se convino en ayudar con dos mil pesos oro para la expedición. Había que hacer notar la difícil situación económica del país y la del propio Lilís, quien esperaba ansiosamente el dinero de un préstamo de bancos extranjeros en aquellos días. Mayía le contaría a los dos jefes cubanos, cómo después de ponerle algunos reparos había expresado: “Todo sea por Cuba”, y al momento de retirarse le dijo “Nadie sabe y el presidente Heureaux menos que nadie, ni de esta entrevista ni del resultado de nuestra conferencia”.
Guelito Pichardo hombre de confianza de Lilís, no era ajeno a las dificultades de los expedicionarios, ni menos Lilís. Los dos temían a una represalia por parte de España. Lilís escribía a Pichardo, que los jefes cubanos no sabían la manera como eran espiados, pero afortunadamente él estaba en condiciones de servirles. El mismo Guelito expresaba a Martí y a Gómez en Montecristi, entusiasmado por el verbo de Martí, “…si no tuviera el compromiso de servir a Lilís, me iba con ustedes a defender la libertad de Cuba”…
Lilís explicaba que consentía y hasta auxiliaba a los conspiradores pero que no le era posible dar rienda suelta a su simpatía por Cuba, y hacía una comparación de que si bien los Estados Unidos eran el águila y España era la gallina, Santo Domingo era la cucaracha en peligro de ser aplastada, si no andaba prevenida.
Heureaux continuó ayudando a los cubanos a tal extremo que casi a finales de la contienda cubana, y a petición del general Rius Rivera, salvó un contrabando de guerra dirigido a los insurrectos. Un buen amigo de Máximo Gómez, que dirigía una conspiración para derrocar a Lilís se disgustó con aquel porque no quiso entregarle las armas que ya no se necesitaban en Cuba. Gómez le hizo saber con muy sentido de la gratitud que no podía actuar contra quien había sido un buen amigo de Cuba.
Al finalizar la guerra en Cuba, Heureaux tuvo el gesto de enviar un barco de guerra dominicano para trasladar al generalísimo a su tierra. Tras el asesinato de Lilís, Gómez se vio obligado a refutar en un periódico la información de que se había alegrado de su muerte, y respondió: “Qué importa para el caso que Lilís fuese un tirano cruel y hasta ladrón y todo lo que se quiera decir del muerto, si al mismo tiempo fue un buen amigo de Cuba y le tendió la mano en sus horas de mayores conflictos”.