Este articulillo da inicio a un proyecto narrativo de la vida y obra de un dominicano cuyo desempeño como actor en los diversos roles y escenarios de nuestra historia que desempeñó durante su vida pública lo hacen meritorio de la recepción de controvertidas sentencias calificativas, algunas muy apasionadas, desde candorosas alabanzas hasta peyorativas críticas y condenas. Tal que prólogo, he preferido exponer mi traducción de algunas partes de la comunicación con que la Legación en Port-au-Prince de los Estados Unidos comunicó al Departamento de Estado la muerte del protagonista, el mandatario constitucional de la Dominicana, el reelecto Presidente General Ulises Hilarión Heureaux Lebert, como efecto del magnicidio acaecido en la ciudad de Moca, el día 26 de julio de 1899, ejecutado por figuras también históricas por merecimientos posteriores al ejercicio de sus roles de “ajusticiadores” del “tirano”.
El día 27 de julio, la Legación norteamericana en Puerto Príncipe recibe la copia de un telegrama del Presidente de los Estados Unidos al Presidente de la República Dominicana, enviada a través del Departamento de Estado (sede de las Legaciones) al presidente (interino) dominicano, con el siguiente texto: “En el nombre del pueblo Americano y en el mío propio, ofrezco a su excelencia y a la nación dominicana las más sinceras condolencias en ocasión de la muerte del Presidente Heureaux”. Lo firma William McKinley, entonces Presidente de E.U.A.
En esa fecha, la misma del entierro en Santiago de Lilís, la Legación con base en Port-au-Prince comunica al Secretario de Estado , “Heureaux ha sido asesinado. Información posterior más tarde.”
Muy subjetivamente el funcionario líder de la representación pre-consular, presenta argumentos que procuran explicar, talvez exonerar, las culpabilidades. Luego de describir cómo sucedió el hecho histórico emite el siguiente comentario: “Al cerrar este reporte, a pesar de que el General Heureaux tenía muchas faltas que podrían considerarse inexcusables, que era duro en su forma de ejecutar la ley, que castigaba sus adversarios muy severamente, sin embargo si se hace justicia (a su rol histórico -paréntesis mío) podría concluir un observador imparcial que él ha hecho más para avanzar la condición de su República que cualquiera de sus predecesores. Fue amigo de todos los extranjeros, especialmente de los norteamericanos; fue hombre de fácil acceso, un escuchador paciente para todos, siempre listo para ayudar al pobre de su República. Creía que la prosperidad de su país solo podría lograrse invitando al capital extranjero a desarrollar sus recursos. Con esa visión logró la promulgación de las leyes más liberales en su favor”.
“Su nombre está indisolublemente ligado a la historia de esta República. A la edad de 14 años lideró una pequeña banda contra el ejército español en la fortaleza de Puerto Plata; desde allí la insurrección se difundió hasta lograr la independencia de la República. Se mantuvo a su servicio hasta que fue exiliado por uno de los presidentes, regresando al país cuatro años después para liderar la revolución que depuso a Báez. Antes había dirigido las fuerzas de la República contra Haití al que compelió a reconocer a Santo Domingo como estado soberano”.