A pesar de lo políticamente fructífero y electoralmente rentable que le ha resultado el concepto de espíritu de cuerpo en el Partido de la Liberación Dominicana desde su fundación, esa organización se ha cuidado de no desbocarse en la defensa de los imputados por el caso Odebrecht que son parte de su estructurara principal.
El PLD no sólo tiene afectados en ese expediente, sino que esos afectados forman parte de una élite política cuya eficacia en términos de lo que es una organización exitosa, está fuera de toda duda y avalada en una amplia cadena de victorias electorales.
A lo más que ha llegado el partido oficialista es a reclamar que a los encartados en el mundialmente sonoro caso Odebrecht se les respeten sus derechos a la defensa y a que se observe el debido proceso, presumiéndoles su inocencia hasta que se demuestre lo contrario.
Un pedido que han formulado diversos sectores, pues se trata de una obligación de quienes conducen el proceso, no una concesión por razones políticas. Es, sobre todo, una prerrogativa de los procesados consagrada en la Constitución de la República, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y las decenas de convenciones internacionales sobre la materia suscritas y ratificadas por nuestro país.
Lo que han enseñado el partido morado y su administración ha sido la prudencia con la cual deben conducirse los hombres de Estado, sin importar el trance escabroso al que deban darle el frente.
Este expediente ha servido, al mismo tiempo, para evidenciar lo infundado que es el alegato de que la justicia está en manos del PLD y del Gobierno, razón por la cual los peledeístas y sus agentes no caen presos.
De haber sido eso cierto, ¿puede alguien suponer que se habría permitido imputar a dirigentes de la categoría de Temístocles Montás, Radhamés Segura y Víctor Díaz Rúa, los tres con fuertes medidas de coerción?
¿O se habría permitido imputar en el caso Odebrecht a dos senadores de la nombradía de Julio César Valentín—por demás expresidente de la Cámara de Diputados—y a Tommy Galán?
No se venga a argumentar que esos encartamientos obedecen a la lucha interna en el PLD, pues Galán siempre ha sido un hombre del presidente Danilo Medina.
Esto, sin dejar de citar la cercanía que por años han mantenido el jefe del Estado y el ahora exministro de Industria y Comercio, un hombre que ha sido fundamental en la conducción exitosa del PLD hasta convertirlo en la principal fuerza política dominicana y de América Latina, medido en cantidad de victorias seguidas, talvez con la excepción del partido fundado por el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez, un caso muy particular.