Nueva vez Nicolás Maduro ha logrado sobrepasar la cresta de la ola del disgusto de una mayoría de la población con su errático, autoritario y desafortunado gobierno, que ha sumido a Venezuela en el peor de los desastres a pesar de sus múltiples riquezas; gracias a la intervención de última hora del Santo Padre y el Vaticano para tratar una vez más de lograr lo que parece imposible: hacer que un régimen antidemocrático respete el diálogo, los acuerdos y la ley.
La oposición venezolana agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática, por su parte, ha perdido nuevamente el “momentum” para catalizar el disgusto ciudadano y lograr que su manifestación provoque los cambios esperados y lo peor es que será prácticamente a cambio de nada, pues aunque puntualmente es a cambio de la liberación de cinco presos políticos, realmente lo que está cediendo el régimen de Maduro es nada, frente a la conveniente oportunidad de seguir estirando el diálogo hasta que termine el presente año en menos de dos meses.
Sería poco realista esperar que un gobierno que ha desconocido grosera y abiertamente la Constitución al impedir el referéndum revocatorio utilizando todo tipo de subterfugios para invalidarlo y que ha violentado las facultades de la Asamblea Nacional ahora controlada mayoritariamente por la oposición, que ha mentido hasta la saciedad con sus promesas y que ha demostrado total intolerancia, irracionalidad e ineptitud en su accionar, de repente va a dar un giro sustancial para aceptar mediante un diálogo promovido por la comunidad internacional, desprenderse de su poder absoluto y exponerse a las consecuencias a sabiendas de los riesgos.
La negociación propuesta en torno a cuatro ejes de diálogo: paz, respeto al Estado de derecho y a la soberanía nacional: verdad, justicia, derechos humanos, reparación de víctimas y reconciliación: economía, y por último, generación de confianza y cronograma electoral, probablemente podrá ocupar durante semanas y quizás meses a los mediadores a cargo de cada una de las mesas y los participantes de las mismas, pero no habrá ninguna garantía de que Maduro y sus secuaces aceptarán lo que la oposición quiere lograr, validación del referéndum y celebración de elecciones presidenciales anticipadas.
Quien por el contrario sí tiene la posibilidad de lograr sus objetivos es Nicolás Maduro, puesto que entreteniendo a la oposición, al Vaticano y los ex presidentes erigidos en mediadores pudiera fácilmente llegar a los albores del 2017, para lo que apenas faltan 8 semanas y si restamos las festividades de Navidad y fin de año serían 6, y evitar así la celebración de elecciones presidenciales anticipadas, pues conforme la Constitución en ese caso sería el vicepresidente quien se quedaría en el poder.
Pero la oposición cayó en su propia trampa, llamó a la intervención del Vaticano y ante la respuesta de este no pudo hacer otra cosa que acudir al diálogo aunque a regañadientes, lo que a su vez debilitó la unidad de la misma puesto que Voluntad Popular, la agrupación partidaria de Leopoldo López no aceptará sentarse a negociar a menos que Maduro cumpla con sus condiciones.
Nadie está sufriendo más que los propios venezolanos esta larga y terrible crisis que los ha llenado de frustración, desesperación y de rabia; pero nadie tampoco podrá sacarlos de esta que no sean ellos mismos, mediante sus decididas acciones. Por eso deben comprender que el diálogo tiene un límite, sobre todo si una de las partes no está dispuesta a escuchar ni a ceder y que ninguna batalla se gana sin sufrir pérdidas.