Hablar de ética y de moral se ha vuelto hoy día en un tema de moda, que adquiere singular importancia siempre que somos testigos de acciones y situaciones que cuestionan lo que se entiende debería ser una conducta ajustada a normas aceptables de convivencia social.
Otras veces, el tema sale a relucir por el comportamiento indelicado de los que están llamados a ser ejemplo en la comunidad a la que sirven. En fin, que se ha vuelto ya un círculo vicioso traer a colación la falta de ética en la vida individual de los ciudadanos, en la política y en la clase profesional.
De esta forma, la gente llama inmoral o falta de ética a todos los que de algún modo actúan contrario a lo que se espera de esas normas que dictan el buen cumplimiento de principios y valores preestablecidos, y que datan desde la existencia misma de la humanidad.
Entonces, sería oportuna la idea de implementar un “manual de valores”, donde esté asentada una serie de aspectos básicos para regir el comportamiento idóneo de las personas, y que esta iniciativa se convierta en un instrumento obligado para socializarlo en las escuelas, para que los niños lo conozcan y sea una especie de guía para el resto de sus vidas.
Un manual de valores que se asuma como documento oficial, y que nos hable de ética y moral, pero vistas desde una dimensión práctica, más allá de los postulados filosóficos que le sirven de sustentación teórica.
Un manual de valores que nos inspire en la construcción de una sociedad donde reine el respeto, las buenas costumbres, el amor incondicional por el prójimo, la solidaridad y sensibilidad ante la angustia y perturbación de los más deprimidos.
Un manual cuyo contenido nos ayude a evitar cárceles para los jóvenes, lidiar con funcionarios corruptos o enfrentarlos desde otra óptica, y que nos aproxime a formas de vida de proyección constructiva.
Sería esta una manera diferente y sobre todo pragmática de abordar el tema de la ética y la moral, sin recurrir a discursos repetidos y que para nada ayudan a resolver la crisis de valores que nos arrebatan las buenas costumbres, y la posibilidad de convertir nuestro país en una sociedad dignamente habitable.
Un manual de valores sería, pues, una alternativa ideal para romper con paradigmas rancios e improductivos en el tratamiento de este tema, paradójicamente impulsado por quienes no siempre están dispuestos a ser modelos meritorios de ser imitados.
Y como estamos moralmente obligados a predicar con el ejemplo, estoy trabajando mi propio manual de valores, que daré a conocer pronto.