Inevitablemente la vida se burla de las limitantes que evidenciamos y nos da la espalda ante errores comprometedores, donde nuestras actuaciones nos acusan como verdaderos archienemigos. Áreas internas que no hemos logrado controlar, ni superaremos sin ayuda divina, nos hunden públicamente. Tales inconductas no sorprenden a Dios, quien a pesar de todo y todos nos ama ilimitadamente. Un cambio real no se produce sencillamente por un sincero intento del alma, sino por la humillación irreversible del corazón. ¡Arrepentirse es derrotar el yo!
Cuando tu pasado te sentencie al abismo, recuerda que el amor de Dios es mayor que nuestros pecados. Cuando sientas que has caído muy bajo, no te juzgues y mira hacia arriba, ¡tu socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra!