Anestesiados por la dinámica de la vida diaria y por la rumbosa novela mediática política del momento, nos desenfocamos del principal problema que agobia a la nación dominicana: Haití y su invasión del útero. Una frontera tipo colador, llena de agujeros, complicidades criollas a la vista y sin sanción, intereses económicos de unos pocos por encima del interés nacional, una población desesperada procurando subsistir, ciudadanos de un país inviable y sin instituciones, entienden como opción, la migración hacia el este.
Indocumentados en su propio país se aprovechan de las debilidades institucionales y de intereses particulares y se insertan, con sus costumbres de gente primitiva, en nuestro territorio. Las redes sociales catapultan un vídeo de una haitiana joven, defecando en plena vía pública y posteriormente enjuagándose las nalgas, con agua de la cuneta.
Otro que intenta penetrar al Metro con un machete en mano. Filmaciones del libre tráfico, de nuestros bosques secos convertidos en carbón, con complicidad de dominicanos. La rotonda del km 9 invadida por buhoneros haitianos que obligaron a la sindicatura al desalojo forzoso. No queda espacio donde no haya haitianos imponiendo su condición de ser elemental, con costumbres ajenas al dominicano y olímpico desprecio a las normas de vida en común. Migración, por sí sola, no puede solucionar ese problema de colosal magnitud.
Es evidente que esa invasión haitiana obedece a un plan maestro bien orquestado y con complicidad de una irresponsable e hipócrita “mafia” diplomática, que potencia intereses de potencias extranjeras. No faltan traidores, malos dominicanos, los mismos a que se refiere Duarte en una frase lapidaria. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en su último informe del 24 de abril, nos coloca en “lista negra” por “violaciones” que no nos corresponden, junto a Venezuela y Cuba, con regímenes dictatoriales represivos por demás.
A los haitianos nacidos aquí, les corresponde la nacionalidad de sus progenitores, según su propia Constitución y no son “apátridas”, por causas nuestras. Se actúa con pasmoso miedo y hasta con vergüenza. Las camisetas de “Recuperando nuestro territorio”, es vulgar provocación, conociendo la historia con Haití y sus horrores y esto es casi desapercibido. Utilizar la bandera dominicana como soporte de carga, es un acto deliberado con sentido ofensivo y provocador.
La estrategia frente al Gobierno dominicano luce ser mantenerlo ocupado con un problema que no le corresponde, como distracción o como señuelo y forzarlo a aceptar condiciones perversas en línea opuesta a los objetivos nacionales. Esto resta dedicación en asuntos trascendentales para los dominicanos. Se molesta con que los hospitales de maternidad atienden haitianas en más de un 40% de los partos, con apreciable merma de los recursos del Estado y desvío de los impuestos que nos extraen.