La dinámica que plantean las nuevas políticas migratorias de la administración del presidente Donald Trump supone un reajuste en las relaciones de los consulados, particularmente latinoamericanos en los Estados Unidos, tanto con el propio Gobierno como con los representados por esas misiones de Estados extranjeros.
Es así como los consulados tienen ahora que ser organismos proactivos en defensa y orientación de sus ciudadanos y no reactivos como solían ser, pues la administración Trump pinta que los va a mantener bastante ocupados
La Casa Blanca de Trump ha demostrado en 100 días cuáles son sus intenciones en materia migratoria, y si bien varias cortes le han derribado sus primeras medidas no parece que vaya a tirar la toalla, buscando cada vez nuevos atajos que le conduzcan a la meta que persigue, la cual parece dirigida a deshacerse de la mayor cantidad posible de extranjeros.
Es obvio que después de los consulados mexicanos, diseminados en todo Estados Unidos, el que tiene las mayores ocupaciones en defensa de sus ciudadanos es el dominicano en la ciudad de Nueva York, dado el peso de la presencia de nuestros compatriotas en el área de influencia de esa dependencia, es decir, el propio estado neoyorquino y los demás vecinos como Nueva Jersey, Pensilvania y Connecticut.
Así las cosas, me llamó la atención el dinamismo con que el cónsul Carlos Castillo ha asumido el reto que esas nuevas políticas de Washington le presentan de cara a una población de inmigrantes indocumentados que necesita de permanente atención, orientación y ayuda para la defensa de sus precarios derechos.
Una gestión consular no debe enmarcar sus acciones en el papeleo cotidiano ni la rutina de un horario de oficina. Se le asume en contacto permanente con sus representados, sobre todo porque es el ente estatal más cercano a los ciudadanos allende los mares.
Por eso la importancia de las políticas consulares implementadas por Castillo en defensa y orientación de los dominicanos en Nueva York, pues todo indica que para el Gobierno de Trump no parecen existir razones importantes que pudieran desalentarle de una cacería masiva, como son la separación familiar, el arraigo y otros factores que pudieran persuadirle de no emprenderla contra inmigrantes que no han cometido delitos. De los inmigrantes delincuentes nadie puede pedirle a Estados Unidos que se quede con ellos, aunque fueran formados en el delito en sus calles.
He querido destacar este aspecto de la gestión del señor Castillo debido al trance difícil que afrontan los inmigrantes indocumentados, pero hay otros elementos que tienen mucho peso, como son la captación de inversiones para aprovechar el buen clima de negocios en nuestro país.