Haití, el país más pobre del hemisferio es, a su vez, el de mayor precariedad institucional. Esto no es de extrañar, pues existe una asociación directa entre las condiciones sociales de un país y su nivel de democracia. Ambas variables se afectan, pues la pobreza reduce la calidad de la democracia y esta a su vez, debe contribuir a mejorar las condiciones de equidad social en un país. A lo largo de su historia y sobre todo después de la dictadura de los Duvalier, el vecino país ha tenido serias dificultades para enfrentar ambos desafíos, a pesar de los ensayos democráticos representados por los gobiernos de Jean-Betrand Aristide y René Préval.
La crisis haitiana se agudizó el pasado año en términos sociales y políticos. Cuando parecía que la miseria había tocado fondo, el paso del huracán Matthew sumió aún más en la pobreza a ese país. Por otro lado, la crisis institucional se agravó, ya que las elecciones presidenciales del 2015 fueron anuladas y a lo largo de todo un año funcionó un gobierno provisional. La fragmentación de la sociedad y las diferencias irreconciliables entre la clase política en Haití, hacen muy poco probable que la situación descrita se pueda superar.
Sin embargo, la elección y reciente toma de posesión del empresario y político Jovenel Moise abre una brecha para la vuelta a la constitucionalidad y, por lo tanto, para que se comiencen a dar pasos hacia la instauración de un Estado con una mínima institucionalidad democrática. Es la aspiración no solo del pueblo haitiano, sino de muchos que en otras partes del mundo quieren ver a ese país en mejores condiciones. La mejoría de Haití tiene un impacto directo en la República Dominicana, no solo en términos migratorios, sino además en las relaciones comerciales y en la seguridad y desarrollo de la frontera.
El nuevo gobierno de Haití tiene la tarea de convencer a los distintos grupos políticos de la necesidad de construir consensos. Esta es una empresa muy difícil, no solo por la tradición de división en ese país, sino porque los principales partidos de oposición no le reconocen legitimidad a las pasadas elecciones y cuestionan la legalidad del nuevo presidente. Esta situación dificultará la selección del primer ministro y por lo tanto, la integración del nuevo gobierno. No obstante, se espera que estos retos puedan ser superados, pues las soluciones en Haití no se pueden aplazar. Ojalá que la comunidad internacional comprenda esto y ayude a Haití a recorrer los senderos de la democracia y la institucionalidad.