Para conocer la “versión “criolla de los Millennials, deben propiciarse estudios segmentados: nivel económico, localización y hasta de los ambientes y colegios de donde proceden, resultados que habrán de interesar a los grupos de masas, sociólogos, empresas de productos masivos y estudiosos del comportamiento humano. Han de ser los partidos políticos, grupos hoy muy cuestionados a nivel universal, los más interesados en conocer esas tendencias de una generación “malcriada”, con visión muy distinta a la de sus padres y más aún, de la de sus abuelos. En lo criollo del más bajo nivel, el alarmante índice de criminalidad está concentrado en jóvenes, muchos que apenas alcanzan la mayoría de edad, a quienes se les ha preparado una legislación “adecuada”, con resultados de dorados ribetes de fracaso mayúsculo. El embarazo en adolescentes alcanza en esos mismos segmentos sociales, niveles de epidemia y en ello hay responsabilidades repartidas. Tenemos una generación criolla de marcado contraste entre varones y hembras en cuanto a sus objetivos y en ello destacamos el fenómeno de cuantas veces superan el número de estudiantes universitarios hembras, a sus homólogos varones. Alarma la inmensidad de graduados que no encuentran trabajo en las áreas de su formación, lo que hace que tengamos una inmensidad de profesionales frustrados, que ansían colocarse, bajo una licenciatura de escasa aplicación en el mercado laboral. Si vemos las proyecciones de los futuristas, indican que la mayoría de los empleos del futuro, corresponden a actividades que hoy no existen y a negocios que resultan impensables, y más dentro del esquema de retraso de la sociedad dominicana, que además arrastra brutales desigualdades y desequilibrios.
Los líderes, cual padres naturales, están siendo revaluados por esa joven población de ánimo crítico, cibernética, desconectada del simbolismo local, que fue capaz de estructurar un movimiento que frustró la instalación de una cementera en Gonzalo; que articuló el 4% del PIB (cerca del 18% del presupuesto) para la educación, al margen de las enormes distorsiones que esto ha ocasionado. Que movilizó la conciencia nacional con Loma Miranda y que ahora pinta de verde el panorama nacional, aunque tienda a convertirse en un partido, con los males de la política folklórica. Una generación que apoya las acciones en Valle Nuevo y que clama por la restauración del equilibrio ecológico al tiempo que exige respuestas, donde los “paños con pasta” no son suficientes y reclama ser tratada sin considerarla idiota y sumisa. Si bien es cierto que existen garrafales diferencias entre los Millennials de los países desarrollados y los nuestros, también existen profundas similitudes en cuanto a objetivos y elementos de satisfacción colectiva, el uso de la tecnología como herramienta de vida y su desconexión con las bases existenciales del pasado reciente.