La muerte esta semana de una mujer dedicada a su familia, a su trabajo y a la iglesia, en medio de un robo llevado a cabo por dos atracadores, llenó de consternación a gran parte de la sociedad dominicana. Esta muerte violenta se une a otras que en las últimas semanas se vienen dando en el país. Es tiempo de actuar; no se puede esperar a que más personas sigan perdiendo la vida para enfrentar de manera firme y definitiva los serios problemas de inseguridad ciudadana y violencia que padecemos.
Esta realidad pone de manifiesto la existencia de cuatro situaciones críticas, relacionadas entre sí, que ameritan la atención de las autoridades y de la sociedad en su conjunto. En primer lugar se encuentran los altos niveles de delincuencia y criminalidad, los cuales no terminan de reducirse a pesar de los anuncios de reformas institucionales, como la nueva Ley Orgánica de la Policía Nacional (PN) o de que se proclamen nuevos planes de seguridad. El abordaje integral de este problema, deberá tener en cuenta la creación de oportunidades de trabajo y estudios para los más jóvenes, el combate del narcotráfico y la promoción de una mayor inversión social en los barrios más pobres del país.
Al problema anterior se suma la agresividad y la violencia como forma de solucionar los conflictos entre los dominicanos. Es lamentable la ausencia de procesos de educación para la paz, tanto desde las familias, las escuelas o los medios de comunicación, que permitan una formación para el diálogo, la tolerancia y la resolución alternativa de conflictos. Al mismo tiempo, la situación de inseguridad ciudadana y violencia es de mayor riesgo cuando no existen controles sobre el porte y tenencia de armas de fuego.
La excesiva cantidad de armas en manos de civiles es otro grave problema en el país.
Las dificultades se tornan aún más grave, cuando los elementos a los que hemos hecho referencia tienen lugar en una sociedad donde existe una profunda erosión de la confianza en las instituciones. La Justicia es incapaz de perseguir y condenar a aquellos que violan las leyes. Esto lleva a que la gente entienda que debe tomar la justicia en sus propias manos y, por lo tanto, se genera el caos y el sálvese quien pueda. Este círculo vicioso deteriora aún más la situación. Por lo tanto, el gran reto del Estado y de la sociedad toda, es detenerlo y llevar a cabo acciones que permitan avanzar hacia una sociedad con mayor seguridad, menos violencia y menos armas en manos de civiles.