La desigualdad extrema, el desempleo y la no inclusión son reales y están a la vista de todos; más ahora con Internet. Esas lacras no han sido atacadas correctamente por quienes deberían atacarlas: aquellos que más tienen que perder, si quieren seguir viviendo en sociedades libres. Estamos en tiempos en que la incertidumbre es la norma, y la post-verdad un hecho. Los populistas lo saben y lo están usando con la peor de las intenciones. Venezuela es el mejor ejemplo de lo que consigue el populismo. Trump, Chávez-Maduro, Clinton, PLD, sindicatos, iglesias, o Le Pen. El discurso populista se hace herramienta de todos. Ofrezca lo que la gente cree que quiere, aunque sea distinto a lo que necesita, y ni los medios (ante todo poderosos) podrán contra usted.
Hemos llegado al momento en que Izquierda y la Derecha hacen el mismo discurso político, el populista. Donde sólo importa la arenga sin control, sin medidas. No lo que se es o lo que se será. Disonancia cognitiva entre discurso y acción. Eslóganes anti inmigración, anti libre comercio, gasto público sin control, anti empresa privada. Casi ofreciendo la utopía hippy que en los años 60 nos vendieron a los adolescentes, o el paraíso cubano que se convirtió en infierno castrista. “Cambiar el mundo, amigo Sancho, que no es locura ni utopía, sino justicia…” como dijo un falso Quijote post-verdad.
Hugo Chávez estuvo sus primeros 3 años gastando el dinero de Venezuela casi exclusivamente en hacerse la imagen de “líder”. Para tal fin contrató a casi todos los politólogos, economistas, mercadólogos, periodistas o brujos con prestigio o sin ello, incluidos los actuales líderes de Podemos en España. La receta que todos le dieron fue que ofreciera todo, tarjetas solidaridad, comida, agua, luz, gas para cocinar, educación gratis o que con él serían felices. Sobre todo que diga que él es el pueblo, el mejor, el que librará a su pueblo oprimido de “la casta”; de banqueros chupa sangre; de los jerarcas de la iglesia; de inmigrantes quita empleos; y sobre todo que insista en que los ricos son malos, egoístas, enemigos del pueblo y, por eso, enemigos de usted personalmente. Que todo lo que digan contra usted es falso, interesado, que lo dicen para que usted, el predestinado, no salve a su pueblo. Y, por supuesto que “meterá preso” a todos esos asaltantes, comenzando con la clase media apátrida. La típica receta populista tipo Hitler.
La mentira, el aldeanismo, el latrocinio y la xenofobia se han vuelto a hacer un hueco en la sociedad, porque nunca se habían ido. Lacras que ahora retornan vía las etiquetas más famosas: Derechas e Izquierdas, disfrazados, cubiertos en post-verdad.