La figura histórica de Pedro Santana genera grandes discusiones y controversias entre los historiadores dominicanos, y entre quienes de alguna manera nos sentimos atraídos por el papel de nuestros héroes y mártires en la historia dominicana.
Es cierto que Santana jugó un importante papel en los primeros momentos del nacimiento de la República, ideada e impulsada por el genio de Juan Pablo Duarte. Nadie puede disminuir ni ignorar el importante papel jugado por Santana en las batallas 19 de Marzo y Las Carreras, que significaron un importante triunfo para consolidar la liberación de Haití.
Sin embargo, para valorar en su justa dimensión a un personaje de la historia debemos tomar en consideración no solo dos momentos importantes de gloria, sino todo su accionar en los diversos acontecimientos de los que formó parte y, sobre todo, cómo fue su actuación en todos esos momentos históricos posteriores a sus tiempos de gloria.
Pedro Santana, aquel hombre que en febrero y marzo de 1844 actuó como un patriota, en sus actuaciones posteriores se convirtió en un traidor, un antipatriota, un antidominicano y un negador absoluto de todo ese sentimiento patriótico que mostró en aquellas batallas.
Una de sus acciones más incorrectas y antipatrióticas la realizó en agosto de 1844 cuando, como presidente de la Junta Gubernativa, emite la nefasta resolución número 17, que declara a Duarte, Sánchez, Mella y otros trinitarios como “traidores a la patria” y ordena su destierro a perpetuidad. Y todavía va más lejos, pues pide que sean fusilados si regresan al territorio nacional.
Luego, en noviembre de 1844, actuando en base a su poderío militar obliga al congreso a que apruebe una constitución que lo convierte en un dictador, con el famoso artículo 210.
Su actuación como presidente de la República está salpicada de sangre, crímenes y abusos en contra de verdaderos patriotas. El 27 de febrero de 1845, para celebrar el primer aniversario de la independencia, fusiló a María Trinidad Sánchez, la tía de Sánchez y una de las que bordó la bandera nacional, y al señor Andrés Sánchez, tío del padre de la patria. En 1855, fusiló al General Antonio Duvergé, un gran patriota y héroe independentista, y luego pateó su cadáver.
En el año de 1861 cometió el crimen más grave que puede cometer un ser humano: Hipotecar la soberanía nacional y entregar su patria a otra nación. Santana promovió y dirigió la anexión de la República Dominicana a España. Un crimen de lesa patria. Y en julio de 1861 fusiló a Francisco del Rosario Sánchez, líder trinitario y quien se opuso a esa funesta anexión a España, así como también fusiló a los hermanos José Joaquín y Gabino Puello, dos patriotas dominicanos de un gran valor.
Partiendo de ese historial de actuaciones antipatrióticas y antinacionales, no es posible que los restos de Pedro Santana estén descansando en el Panteón Nacional, y mucho menos justo frente a los restos de María Trinidad Sánchez, una verdadera patriota que él mandó a fusilar.
Ya es hora de que se corrija ese error histórico y los restos de Santana sean llevados a otro lugar donde no deshonre la dominicanidad.