El presidente en su discurso del pasado 27 de febrero hizo una encendida apología de su obra principal, la construcción de las plantas a carbón de Punta Catalina, las que desde el inicio han provocado críticas y diferencias, las que han adquirido otro matiz por la explosión del escándalo de corrupción de Odebrecht, contratista principal de esa obra.
Y esto es precisamente lo que perdió de vista el Presidente en su alocución, ya no se trata de defender las bondades del proyecto como vienen haciendo desde el comienzo por todos los medios posibles sin haber satisfecho a los detractores, sino de una obra que es la más grande ejecutada en el país por la empresa que ha confesado haber pagado sobornos para realizar negocios en los distintos países en que operaba.
Lo que sucede es que de la misma forma vehemente con que las actuales autoridades decidieron que era este proyecto de generación el que tenía que realizarse dejando sin efecto la licitación internacional de energía que estaba en curso durante la transición en el año 2012, quieren seguir no la construcción del mismo, la que nadie sensato puede pretender se interrumpa, sino continuarla por la misma confesa empresa como si nada hubiese ocurrido.
Para hacer esto en medio de tal escándalo era necesario utilizar la manida estrategia de los buenos y los malos, argumentando que los enemigos de la construcción de Punta Catalina son los generadores privados descritos como los más viles villanos, intentando posicionar a las autoridades y su decisión de mantener la construcción con la empresa confesa de corrupción, como los paladines que defienden el interés nacional.
Esta estrategia no solo es peligrosa para la sociedad porque crea divisiones y polarizaciones que pueden tener funestas consecuencias como hemos vivido en la historia reciente de Latinoamérica, sino que también lo es para el gobierno pues por una parte están subestimando la inteligencia de mucha gente que sabe perfectamente lo que está detrás de esas afirmaciones y por la otra, porque están exponiendo cifras y metas que no saben si podrán alcanzar con dichas plantas.
Se mencionó como justificativo que entre el año 2004 y el 2016 el Estado gastó en transferencias al sector eléctrico 11,406 millones de dólares, lo que no se dijo es que de esa astronómica suma aproximadamente 8,000 millones fueron traspasados a la CDEEE y las Distribuidoras, lo que debería ser una vergüenza nacional y una confirmación de la urgente necesidad de reformar la operación del sector eléctrico dominicano que debido a la politización, el clientelismo y negocios espurios es campeón mundial en déficit e ineficiencia.
A pesar de los vocablos altisonantes y las gastadas frases de caiga quien caiga y que no existen vacas sagradas, lo cierto es que en el sector eléctrico al igual que en muchos otros en el país sí existen y han existido vacas de cuyas ubres se han alimentado todo tipo de corruptos y quienes gracias a la impunidad imperante se pasean libremente por el territorio nacional.
De lo que se trata no es de si todos los que están pidiendo sanciones y fin de la impunidad son buenos, que no lo son, sino de que se castigue a los malos funcionarios y empresarios que han cometido actos de corrupción. Desviar la atención con cortinas de humo que buscan demeritar esta lucha jugando al policía bueno y los ladrones, en esta ocasión no solo podría no tener resultado sino que sería insensato porque esto equivale a aniquilar en circunstancias difíciles como las actuales, a los mejores aliados de cualquier gobierno, aquellos que tienen mucho que perder y que siempre van a apostar al orden y a rechazar el caos.