El mensaje que con motivo de la celebración del 27 de febrero da tradicionalmente la Conferencia del Episcopado Dominicano, estuvo dedicado este año al tema de la realidad que caracteriza a los adolescentes y jóvenes del país. El documento de los obispos empieza destacando las virtudes de los jóvenes. Este reconocimiento es relevante pues ayuda a romper con el estereotipo de que la actual es una generación perdida. Todo lo contrario, tal y como indica el mensaje del Episcopado, entre los valores de este grupo poblacional se encuentran: el deseo de superarse a través del estudio, la disposición a reunirse, la vocación por el trabajo, la generosidad y solidaridad, entre otras características de este sector.
Es muy acertado el diagnóstico que hacen los obispos sobre los principales problemas que afectan a los adolescentes y jóvenes dominicanos en el ámbito social, económico, político y cultural. Esta “realidad dolorosa” que marca la vida de muchos jóvenes, es consecuencia, explica detalladamente el mensaje, de la cada vez mayor cantidad de hogares disfuncionales, de las drogas y de los altos niveles de pobreza y desigualdad social que reducen las oportunidades para estudiar y el acceso al empleo. A esto se añade el problema de la inseguridad pública y la participación cada vez mayor de adolescentes y jóvenes en actos delictivos.
El documento destaca el impacto de la corrupción y la impunidad en los jóvenes de nuestro país. Fenómeno éste que tiene efecto doblemente perjudicial para esta población, en tanto que recursos que deberían estar siendo empleados para el impulso de políticas públicas dirigidas a la juventud están siendo desviados. Por otro lado, la corrupción sin castigo, practicada como un modo de vivir y de escalar socialmente, envía a los jóvenes el mensaje profundamente negativo de que en la obtención de riquezas todo se vale, al tiempo de crear una “cultura del más vivo y del sálvese quien pueda”.
El episcopado dominicano destacó en su mensaje que las familias, los centros educativos, los grupos sociales y las iglesias tienen el compromiso de acompañar a los jóvenes en la búsqueda de salidas a los problemas que estos padecen. Sin embargo, se hace énfasis en que desde el Estado y las organizaciones partidarias deben darse respuestas claras a la realidad anteriormente descrita. Esto supone, como punto de partida, un reencuentro entre la ética y la política. Para los obispos, los funcionarios y políticos deben actuar “con honestidad, pulcritud administrativa y transparencia”, de forma tal que puedan ser modelos referenciales para los adolescentes y jóvenes en la República Dominicana.