El yacimiento de Abrigo de La Malia durante su excavación. Foto: Javier Trueba (MSF)
El yacimiento de Abrigo de La Malia durante su excavación. Foto: Javier Trueba (MSF)
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Madrid, 26 jun (EFE).- La ciencia ha tumbado un viejo paradigma; el centro peninsular español se había considerado hasta ahora como «tierra de nadie» y un lugar inhóspito donde los primeros humanos modernos (el Homo sapiens) no pudieron vivir, debido al clima extremo o a las barreras geográficas o ecológicas.

Pero los científicos han descubierto las evidencias más antiguas que existen de asentamientos de los primeros humanos modernos en el centro peninsular, un lugar que se consideraba inhabitado e inhabitable durante los primeros milenos del Paleolítico superior. Hoy publican el resultado de su trabajo en la revista Science Advances.

Los hallazgos se han localizado en el «Abrigo de La Malia», un yacimiento situado en la localidad de Tamajón (Guadalajara), en el centro de la península, donde se han datado restos con una antigüedad de entre 36.000 y 31.000 años, un descubrimiento que llena un vacío en el registro de esos asentamientos y que desafía el modelo de poblamiento peninsular de los primeros «cromañones».

En el trabajo han participado investigadores de 21 instituciones científicas nacionales, entre ellas el Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CNIEH) de España y varias universidades, y centros de investigación de Australia, Italia o el Reino Unido.

Evidencias que rompen un paradigma científico

La paleontóloga del CNIEH Nohemi Sala, que dirige las excavaciones e investigaciones en los yacimientos de Tamajón, ha subrayado que los resultados «rompen» el paradigma previo sobre las capacidades de los primeros Homo sapiens de colonizar determinadas regiones que hasta ahora se consideraban inhóspitas.

En declaraciones a EFE, Nohemi Sala ha asegurado que el «Abrigo de La Malia» es de momento el único yacimiento con cronologías tan antiguas del Paleolítico superior en el centro peninsular, ya que lo más antiguo documentado hasta la fecha tenía unos 27.000 años aproximadamente, pero considera probable que a partir de ahora se vayan encontrando más yacimientos así; «tiene que haber más».

La transición entre la desaparición de los neandertales y la colonización del territorio por parte de los humanos modernos (Homo sapiens) es uno de los periodos más fascinantes para la ciencia y en algunas regiones de Eurasia se ha documentado la coexistencia de los dos grupos, pero en otros lugares hubo un periodo de tiempo en el que parece que ningún ser humano ocupaba el territorio.

Y la Península ibérica es una región «clave» por encontrarse en el extremo suroccidental del territorio europeo y funcionar como refugio para las poblaciones paleolíticas, aunque debido a la diversidad orográfica y ecológica esos poblamientos fueron muy desiguales, ya que los asentamientos fueron muy abundantes en la cornisa cantábrica y en las costas atlántica y mediterránea, pero no en el interior peninsular.

Hasta ahora no se había registrado ni una sola evidencia científica de presencia humana desde que los neandertales migraran a la costa -hace unos 42.000 años- hasta los primeros registros del Paleolítico superior -hace unos 27.000 años-, un periodo de unos 15.000 años durante el cual la ciencia consideraba -hasta hoy- que el centro peninsular se había convertido en un lugar inhabitable para el hombre.

Ese momento coincide con una fuerte inestabilidad climática, de rápidas oscilaciones que derivaron en un enfriamiento paulatino cada vez más acusado; el centro peninsular se caracteriza además por tener dos mesetas, divididas por las montañas del Sistema Central, y hasta ahora esos dos factores (clima y orografía) se habían considerado una barrera ecológica para los humanos de la época.

Un territorio complejo y desafiante

Pero las prospecciones de los últimos años -financiadas con numerosos fondos regionales, nacionales e internacionales- han desafiado esa hipótesis, y las primeras evidencias científicas se han encontrado en el yacimiento de La Malia, un abrigo rocoso descubierto en el año 2017 donde se han encontrado herramientas líticas (de piedra), restos de animales con marcas de cortes hechos con cuchillos de piedra o restos de hogueras.

Los investigadores, liderados por Nohemi Sala (CNIEH) y Adrián Pablos (Universidad Complutense de Madrid), han llegado a una conclusión clara: hubo sucesivos asentamientos en este territorio a lo largo del Paleolítico superior, lo que demuestra la capacidad de los primeros pobladores humanos para colonizar regiones que se consideraban inhabitables.

Nohemi Sala ha precisado que el centro peninsular se considera un territorio «complejo» para vivir debido a aspectos geológicos (escasez de cuevas o abrigos), orográficos y ecológicos, y ha explicado que durante los pulsos fríos de la última glaciación aumentó la aridez en la zona, por lo que esta región era «desafiante» para las poblaciones humanas por la escasa disponibilidad de agua en los periodos más áridos, y por ser un terreno abierto con escasos bosques, lo que pudo dificultar la obtención de recursos.

La paleontóloga ha detallado a EFE que han encontrado también en el yacimiento puntas confeccionadas con huesos y astas de cérvidos usadas para cazar, huesos de animales consumidos por los humanos, y ha descrito aquellas comunidades como poblaciones nómadas que recorrían el territorio en busca de recursos que garantizaran su supervivencia.

De momento sólo se han excavado las capas superiores del yacimiento, las menos profundas, por lo que conforme avancen los trabajos se alcanzarán niveles de ocupación más antiguos, ha expuesto Nohemi Sala, convencida de que las investigaciones desvelarán detalles de esa «ventana temporal» que va desde la extinción de los neandertales (hace 42.000 años) hasta la llegada de los primeros Homo sapiens.

Los científicos continuarán así rastreando uno de los periodos más fascinantes de la evolución humana, pero también cómo eran las condiciones climáticas y ecológicas en esta región y cómo influyeron esas condiciones en la fauna y la flora, pero ya con la evidencia de que el hombre moderno sí se adaptó a esas condiciones.

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