Chimpancés (imagen ilustrativa)
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Redacción Ciencia, 20 jun (EFE).- Los chimpancés salvajes comen en ocasiones plantas que pueden tratar o aliviar los síntomas de una enfermedad, pero es difícil establecer si lo hacen de forma intencionada, aunque los resultados de un nuevo estudio sugieren que sí buscan plantas específicas por su efectos medicinales.

El estudio que publica Plos One coincide con la publicación en Science de otro artículo que señala cómo un devastador huracán en Puerto Rico cambió las normas de comportamiento social de las colonias de macacos, que pasaron a ser más tolerantes con sus congéneres.

La investigación sobre los chimpancés, encabezada por la Universidad de Oxford (Reino Unido) indica que cuando están enfermos comen corteza de árbol, madera muerta y helechos con efecto antibióticos y antiinflamatorios.

Los autores combinaron observaciones del comportamiento de chimpancés (Pan troglodytes) con pruebas farmacológicas de las plantas potencialmente medicinales que comen, para lo que observaron el comportamiento y la salud de 51 ejemplares de dos comunidades de la Reserva Forestal Central de Budongo, en Uganda.

Además, recogieron extractos de plantas de 13 especies de árboles y hierbas de la reserva que sospechaban que los chimpancés podían utilizar para automedicarse, y analizaron sus propiedades antiinflamatorias y antibióticas.

Entre ellas había plantas que habían observado comer a chimpancés enfermos o heridos y que no formaban parte de su dieta normal, y otras que, según investigaciones anteriores, las podrían consumir por sus propiedades medicinales.

Los investigadores descubrieron que el 88 % de los extractos de plantas inhibían el crecimiento bacteriano, mientras que el 33 % tenían propiedades antiinflamatorias.

A lo largo de 116 días de observación de campo, los investigadores registraron varios episodios inusuales de alimentación y comportamientos similares a la automedicación.

Así, un chimpancé macho con una mano herida buscaba y comía hojas del helecho, lo que podría haber ayudado a reducir el dolor y la hinchazón, además un individuo con una infección parasitaria consumía corteza de espino de gato (Scutia myrtina).

“Si estos recursos se consumen intencionadamente como una forma de automedicación terapéutica o pasivamente como alimentos medicinales, debe evaluarse caso por caso, teniendo en cuenta las observaciones del comportamiento”, escriben los investigadores.

Las plantas medicinales que crecen en la Reserva Forestal Central de Budongo también podrían ser útiles para el desarrollo de nuevos fármacos que aborden los retos de las bacterias resistentes a los antibióticos y las enfermedades inflamatorias crónicas, sugieren los autores.

El segundo estudio se centra en el comportamiento de una población de macacos rhesus en Cayo Santiago, conocido como la isla de los monos, donde un 63 % de la vegetación fue destruida por el huracán María, que azotó Puerto Rico en 2017 y mató a más de 3.000 personas.

La cubierta arbórea de la isla sigue estando muy por debajo de los niveles previos al huracán y debido al calor hace que las zonas de sombra sean un recurso escaso y preciado para los macacos.

“En respuesta a los drásticos cambios provocados por el huracán, los macacos aumentaron persistentemente la tolerancia y disminuyeron la agresividad entre ellos”, señaló Camille Testard, de la Universidad de Pensilvania (EE.UU) y una de la firmantes.

La mayor tolerancia permitió a más macacos acceder a la escasa sombra, que es fundamental para la supervivencia.

Después del huracán los macacos que mostraban una tolerancia social superior a la media y que eran más capaces de compartir la sombra tenían un 42 % menos de probabilidades de morir que los que eran menos tolerantes.

Estos monos “no son los mejores compartiendo recursos, ya sea comida o sombra” y se sabe que viven en una sociedad “agresiva y altamente competitiva”, explicó la profesora Lauren Brent, de la Universidad de Exeter, en un comunicado.

El comportamiento social se evaluó registrando las agresiones y la frecuencia con que se veía a los individuos sentados juntos. Para acceder a la sombra, tienen que tolerar a los demás y ser tolerados por ellos, y esta tolerancia se extiende a otras interacciones cotidianas.

Los macacos que empezaron a compartir la sombra también pasan tiempo juntos por las mañanas, antes de que el calor del día les obligue a buscar la sombra. Así, el huracán cambió las reglas del juego en la sociedad de los monos.

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