El 33% de los suelos del mundo están degradados, y este problema ambiental también afecta a los seres humanos. El 95% de los alimentos proviene de los suelos, y por eso desde el campo de las ciencias se buscan soluciones sostenibles. La Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ya pronosticó que la producción agrícola tendrá que aumentar un 60% para satisfacer la demanda mundial de alimentos en el año 2050.
El 5 de diciembre se celebra el Día Mundial del Suelo. En 2014, la FAO recibió el mandato oficial de la Asamblea General de la ONU, en el marco de la Alianza Mundial por el Suelo (GSP), para organizar actividades de concienciación sobre la importancia de los suelos sanos y promover la gestión sostenible.
Este año, el lema de la conmemoración es: “Cuidar los suelos: medir, vigilar, gestionar”. Significa que se debe contar con más datos sobre el suelo para comprender sus características y apoyar la toma de decisiones informadas.
De esta manera, una gestión sostenible del suelo favorece que las personas cuenten con la disponibilidad, el acceso y la utilización adecuada de los alimentos. Así se garantiza la seguridad alimentaria.
Generalmente, hay ecosistemas simplificados en campos y chacras que han sido diseñados para producir eficientemente uno o algunos pocos cultivos o ganado.
Cuáles son las soluciones científicas para mitigar la degradación de los suelos
Un equipo internacional de investigadores publicó un estudio en la revista Science que demuestra que existe un modo alternativo de practicar la agricultura, más beneficioso tanto desde el punto de vista ambiental como social.
En diálogo con Infobae, Lucas Garibaldi, director del Instituto de Investigaciones en Recursos Naturales, Agroecología y Desarrollo Rural, dependiente del Conicet y la Universidad Nacional de Río Negro y coautor del estudio, contó que integraron 24 conjuntos de datos que abarcan 2.655 explotaciones agrícolas distribuidas en los cinco continentes.
Se incluyeron pequeñas fincas operadas por agricultores en las zonas rurales de África, grandes plantaciones en el sudeste asiático, y actividades agrícolas tanto de pequeña como de gran escala en Norteamérica, Europa y América Latina.
“Dentro de la región latinoamericana, recopilamos datos de Brasil, Costa Rica, Bolivia y Colombia”, dijo. El trabajo reveló que se da una amplia gama de beneficios cuando se adoptan dos o más medidas relacionadas con la llamada diversificación agrícola, sin que se afecte el rendimiento.
“Nuestro estudio se distingue por su enfoque innovador al integrar múltiples dimensiones sociales y ambientales. Esto nos permite comprender de manera holística el impacto de la diversificación agrícola y hacer aportes significativos para los debates políticos en torno a la producción sostenible de alimentos”, mencionó Garibaldi.
Los resultados ofrecen una perspectiva esclarecedora sobre las condiciones agrícolas en diversas realidades globales. Los investigadores destacaron la importancia de que haya una mayor inversión por parte de gobiernos y empresas para fomentar la adopción de esas estrategias entre los agricultores.
- Diversificación de ganado. Integra diferentes tipos de animales en la actividad agrícola.
- Conservación del suelo. Realizar prácticas como la rotación de cultivos y técnicas que mejoran la calidad del suelo. Eso favorece la biodiversidad y mejora el bienestar humano y la seguridad alimentaria.
- Diversificación de cultivos en el tiempo. Consiste en la alternancia o rotación de diferentes tipos de cultivos a lo largo de los ciclos productivos.
- Diversificación no agrícola. Incluye elementos como la integración de árboles en las fincas para obtener alimentos complementarios (frutas, nueces, hojas) y mejorar la dieta.
- Conservación del agua. Incorporación de prácticas para gestionar eficientemente el uso del agua. Esto posibilita la resiliencia agrícola.
Mientras tanto, otros grupos de científicos trabajan en el estudio de otras soluciones para los problemas de los suelos. En el Instituto de Fisiología Vegetal, que depende del Conicet y la Universidad Nacional de La Plata, en Argentina, se investiga la biología de diversos hongos.
“Los hongos llamados micorrícicos se establecen en las raíces de las plantas y tienen una relación simbiótica obligatoria. Es decir, los hongos se benefician; pero también las plantas aprovechan porque se les facilitan el acceso al agua y nutrientes”, explicó a Infobae el biólogo e investigador, Mario Saparrat.
Un equipo, entonces, se encuentra desarrollando una estrategia para utilizar ese tipo de hongos para remediar suelos contaminados por metales pesados como el zinc y el cobre. Ya hacen pruebas con plantas que absorben esos metales y los translocan a sus partes aéreas.
“Ese método ofrece una alternativa sostenible a las técnicas convencionales de remediación, que pueden ser destructivas para el suelo”, aclaró el científico.
Por otra parte, se estudian los hongos “saprótrofos”, que se alimentan de materia orgánica en descomposición. Investigadores trabajan la generación de fertilizantes orgánicos a partir de esos hongos que pueden descomponer residuos orgánicos, como el orujo de la uva.
Ese enfoque no solo reutiliza un subproducto que normalmente se desecha, sino que también mejora las propiedades fisicoquímicas del suelo, según Roberto López, becario de la Agencia I+D+i.