Nuestro Señor Jesús saca de raíz el árbol de las desavenencias y la mentira, cuando en Mateo 5:37 nos aconseja: “Pero sea vuestro hablar sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede”. Por tanto digamos “no” cuando es lo justo, cuando no estamos de acuerdo, digámoslo a tiempo, pero sin ruidos ni avalanchas, demostrando tener plena certeza de nuestras convicciones, dejando claro que no es un capricho, que es un “no” firme, meditado e irreversible! Así pues, convence sin ofender, explica sin pisotear, defiende lo tuyo sin menosprecio ni agresión. Ese es el “no” que tiene absoluto derecho de ser atendido y respetado, el “no” que vale por sí mismo. Quien decida honrar esas pequeñas palabras tendrá la llave de un gran carácter.

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