El difícil poder

Cada vez es más difícil conservar el poder, y hoy más personas acceden a lo que antes era un coto cerrado, de pocos miembros que parecían eternos.

Cada vez es más difícil conservar el poder, y hoy más personas acceden a lo que antes era un coto cerrado, de pocos miembros que parecían eternos. Las barreras que separaban a los poderosos de la generalidad de la población son cada vez más simbólicas, como bien afirma Moisés Naím: El colapso de las barreras está transformando la política local y la geopolítica, la competencia entre empresas para atraer consumidores o entre las grandes religiones para atraer creyentes, así como las rivalidades entre organizaciones no gubernamentales, instituciones intelectuales, ideologías y escuelas de ciencia y pensamiento filosófico. En todos los lugares en los que el poder importa, se está degradando y pierde potencia, (El fin del poder, p. 22).

Estas “barreras” que defienden a los poderosos han sido creadas para mantenerlos en el poder y alejar a otros del mismo, “el poder se afianza gracias a las barreras que protegen de rivales y aspirantes a quienes ya lo tienen. Esas barreras no solo hacen más difícil que los nuevos competidores se convierten en amenazas significativas, sino que además ayudan a consolidar el dominio de los poderosos ya establecidos”, (p. 28). Pero estas se han ido erosionando, ya no son tan solidas ni tan confiables ni tan permanentes. “Tales barreras – según Naím – son muchas, variadas y cambian de acuerdo al sector, desde las reglas que rigen las elecciones hasta los arsenales de los ejércitos y las fuerzas de policía (…), poder gastar más que otros en publicidad y saber hacerlo mejor (…), (p 29).

Esta erosión del poder se ve en todos los ámbitos, y en todas las sociedades. Hoy, como bien afirma Daniel innerarity “La desestructuración del mundo actual se debe, en buena medida, a una serie de cambios que no pueden ser ni comprendidos ni regulados con los instrumentos que teníamos. El mundo se nos presenta como una realidad común, sin dueño, en el que es difícil establecer responsabilidades o asignar competencias”, (Un mundo de todos y de nadie, p. 26). La complejidad, a la que alude Innerarity, abona a la dificultad de entender las causas, sin dudas.

Y este poder que, casi por genética, tiende a la concentración, está cada vez más expuesto y es menos estable esta concentración. Incluso, en nuestro país ha sido así. Tenemos una gran tradición liberal, más etérea que formal, pero la tenemos.
Sin embargo, el poder ha sido esencialmente concentrado en grupúsculos que sintetizan sus intereses en unos pocos nombres que suman casi toda la vida de nuestra República, supuestamente democrática, pero envueltos en una practica autoritaria, caciquista, patrimonialista, clientelar, rentista y caudillista, dejando, a duras penas, menos de 30, otros hablan de 50, años de vida realmente liberal y democrática. Al respecto, el académico Manuel Núñez en su libro “El ocaso de la nación dominicana”, contabilizaba unos ciento dieciocho años de autoritarismo, en apenas, ciento cuarenta y cinco años de vida independiente, para la época de publicación de su libro, (2001).

El poder no deja a nadie indiferente. Habrá más Pinceladas al respecto.

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