Muchos nos preguntamos si se necesita un gobierno de sangre y cara “nueva”, como lo propuso el presidente Danilo Medina, y quién podría representarlo. La respuesta está en entender que las elecciones del 2020 constituyen el final de un ciclo y la oportunidad de emprender un nuevo camino hacia el porvenir. Las viejas ofertas electorales hundirían a la nación en un pasado muy cuestionado y nos cerrarían las vías a la transformación y al cambio. Sería un contrasentido inhabilitar de por vida al Presidente por la idea de que tres mandatos son dañinos, para impulsar la posibilidad del regreso de quien aspira a cinco.

El complejo proceso electoral pone al país ante el dilema de optar por un pasado beligerante o decidir por el futuro. Muchos en la oposición ven al candidato del PRM, Luis Abinader, como la figura capaz de abrir ese nuevo camino. Una visible mayoría en la esfera oficial cree que Gonzalo Castillo, es el hombre en capacidad de promover ese tránsito y evitarle al PLD un traumático choque interno que lo destruya y afecte la estabilidad misma del proceso.

Su primera declaración como precandidato ha sido un llamamiento a discutir con serenidad y con argumentos, sin ofensas, los problemas nacionales. Su candidatura sería una garantía de unidad, sin represalias. Traería confianza y moderación frente al discurso de confrontación de la añeja y anacrónica prédica del pasado.

Una contienda con esas dos jóvenes figuras de la política nacional haría que el tránsito hacia mayo esté despojado de peligros e incertidumbre. Los conozco a ambos y sé todo lo bien que podrían representar para el país. Gonzalo Castillo, tiene a su favor su probada capacidad gerencial demostrada en siete años al frente de un ministerio para construir obras físicas, que él convirtió en un centro de servicio para millones de ciudadanos, haciendo más seguras las carreteras del país.

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