Los que tenemos el privilegio de haber acumulado larga experiencia de vida, podemos aquilatar la juventud propia y la que le ha tocado vivir a las generaciones posteriores. Alcancé el disco de pasta de 78 RPM y disfruto de la música digitalizada. Fui obligado (con poco éxito) a teclear en una máquina de escribir mecánica, que utilicé con notable éxito y muchísimo trabajo, en mis proyectos universitarios y con dos dedos hoy tecleo en una tablet, una laptop o un PC. Esto me permite tener objetividad para entender el pasado, mientras disfruto de las ventajas de lo moderno, percibiendo las amenazas del futuro. Nuestra juventud está aquejada de dificultad para tomar decisiones y baste involucrarse con muchachos preuniversitarios para entender que no tienen definidas sus rutas hacia los estudios superiores.

En otros estratos sociales el problema de la delincuencia rampante, como modelo de movilidad económica y los esquemas de los que son ejemplos a seguir, dramatizan las opciones. El inmediatismo triunfalista de poder ser contratado como “pelotero” es luz que atrae jóvenes como luciérnagas y pocos, muy pocos tienen el potencial para convertirse en carne del gran circo del beisbol americano. El éxito de los raperos y exponentes de la música urbana, con sus excentricidades y exhibicionismo, motivan a otros a buscar estrellatos en el perverso circo de la devaluada farándula. El núcleo de la sociedad, la familia, esta descompuesta y de ahí tanta adicción a lo ilegal; a lo que produce dinero fácil al margen de los infinitos riesgos.

La escasez de valores, una educación de pobrísima calidad, referentes de enorme pobreza moral, marcada descomposición social donde las instituciones que antes eran referentes de conductas correctas, hoy son caricaturas de sí mismas, con más presupuesto. La desconfianza en las instituciones y la impunidad con que se actúa bajo el signo monetario, hieren de muerte la esperanza. Con diagnósticos segmentados, por los enormes surcos que diferencian los jóvenes por la capacidad económica de las familias, por el barrio adonde viven, por la escuela o colegio adonde estudian, tendremos un mosaico infinito de juventud sin norte.

Los del interior dramatizan el espectro porque tienen un estrecho futuro en sus lugares de origen, con poquísimas posibilidades de trabajo y una universidad estatal vomitando “profesionales” con marcada mediocridad, porque importa más el número que la calidad. Estos jóvenes de hoy constituirán el dominicano adulto de mañana. Las dificultades que enfrenta la juventud criolla son el resultado final de la crisis que afecta nuestra sociedad toda.

La superficialidad de los jóvenes es el fiel reflejo de los que los adultos somos: un conglomerado de “bultos”, de simulaciones, de “edificios pantalla”, que esconden dramáticas realidades. Nos destacamos por no enfrentar el problema de raíz…esperando que esa “vaina” se resuelva sola.

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