Tratados, libros y artículos se han escrito sobre cómo llegar al poder y qué hacer para mantenerlo. A la memoria llega “El Príncipe” de Maquiavelo, con tal valoración que se considera que inauguró la época moderna. El “Poder” es importante no solo para “cientistas sociales” y “hombres de Estado”, también lo es para el hombre común.
Sobre el arte de gobernar, en el Capítulo XLII, Don Quijote aconseja a su escudero Sancho Panza antes de que fuese a gobernar su ínsula, queriendo para él “ser norte y guía que te encamine y saque a seguro puerto de este mar proceloso donde vas a engolfarte; que los oficios y grandes cargos no son otra cosa sino un golfo profundo de confusiones”.
Dice Don Quijote con reposada voz y gran mesura y sabiduría: “…has de temer a Dios; porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada. Lo segundo, has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse.”
En esta parte del discurso, luego de una breve interrupción realizada por Sancho con una de sus “salidas”, y como para no hacer la arenga tan larga, prosiguió el Hidalgo: “Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores; (…) y préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio.” Y más adelante dice que: “… si tomas por medio a la virtud (…) no hay para qué tener envidia a los que nacieron príncipes y señores; porque la sangre se hereda, y la virtud (…) vale por sí sola lo que la sangre no vale”.
Evidentemente, la humildad debe ser el “santo y seña” del gobernante, pero este consejo más veces de lo prudente cae en saco roto. Más bien, muchos se endiosan y se creen indispensables.
Más adelante, afirma Don Quijote a su escudero:
“Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre. Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente; que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo. (…) No te ciegue la pasión propia en la causa ajena…”.
Para Cervantes el gobernante debe escuchar a todos, pero “leer entre líneas”, siempre buscando la verdad. Y, la parte relativa a la justicia, deberían leerla quienes entienden que esta no debe “juzgar” sino “condenar”, y creen que mientras más “dura” sea más ejemplar y mejor, lo cual no es cierto.
Y termina Don Quijote sus sabios consejos con estas palabras: “Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible (…) vivirás en paz y beneplácito de las gentes (…) Estos que hasta aquí te he dicho son documentos que han de adornar tu alma…” ¡Vale!