El país presenció el discurso del Presidente Medina anunciando con poco humor, acogerse a los términos de la Constitución.
Confesó haberse inclinado a tratar de que la Constitución fuera arreglada (no son palabras textuales) para quedarse otro período más. Se mostró molesto por no lograrlo, ante la fuerte presión de “una minoría”.

Pareció no entender que el concepto contenido en las palabras “minoría” o “mayoría” en la democracia, se expresan en un contexto más amplio del que lo redujo. En democracia el Estado es una forma de organización y expresión de la población. El Estado (que es la minoría) se sujeta a la población, que es la mayoría; no al revés.

Sus palabras tranquilizan al país; no como lo dijo, sino porque se acogió a los términos constitucionales. La Constitución no se reforma para lo que un gobernante de turno desee. Sus reformas deben ser el resultado de amplias consultas y, finalmente, con el consenso en la población.

Esta es la gran lección de este tortuoso, pero oportuno proceso político. Queda aún el remanente de querer habilitar al Presidente Medina para el futuro, a pesar de que él mismo propició su inhabilitación; hacerlo para complacerlo, si es él quien quiere, pues no lo ha dicho, es también tocarla en su provecho personal.

Los cargos públicos apasionan a sus titulares, por razones diversas. Entre esas razones, parece que la más predominante es el beneficio de ascender y legitimarse socialmente.

El país ha participado en un hermosísimo proceso donde la causa ha sido el respeto a las normas y límites del poder consagrados en la Constitución. La crisis valió la pena y ha sido una oportunidad para avanzar.

En este momento se inicia una etapa diferente, más bien puramente de competencia electoral. Soy de los que se inscriben en el propósito de que en esta nueva etapa, se deben readecuar los mandos dirigenciales en los diferentes niveles, para redistribuir las responsabilidades en las diversas áreas y obligaciones a asumir.

El debate desde ahora tiene otro sentido. Se sustenta en propuestas, promoviendo los candidatos y protegiéndolos de campañas negativas y sucias. Se mueven amplios sectores. El activismo es el que atrae a muchos. Recoger los resultados en las urnas es el aspecto decisivo y los candidatos se descuidan y lo asumen para el día de las elecciones. Sin embargo, el compromiso del elector empieza muchos meses antes. Las redes sociales suplantarán todos los otros medios.

En octubre 6 serán las primarias; a sólo 70 días. Es poco tiempo para personalizar el voto y comprometer al elector y llevarlo a votar.

El proceso se ve venir teniendo el PLD a Leonel como un candidato predominante, único, esperado por el pueblo para desagraviarlo. Y en la otra parcela, el PRM, que va con padrón cerrado, a Luis Abinader con un posible buen resultado.

Ni el PLD ni el PRM se dividirán. En la cultura política dominicana, la cual arrastra basura autoritaria, competir entre adversarios de una misma organización, es presumir división. La suponemos porque todos la tememos o la deseamos para el partido adversario. Son muchas las cosas que debemos saber hacer, para tener democracia. Esta crisis enseñó a saber salir de las posiciones públicas y entender que se gana y se pierde debatiendo.

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