Desde niño escucho a mi madre expresar: “Debo ir a cumplir”, pudiendo ser el motivo algo triste o alegre, un detalle o algo complejo. Y luego de su diligencia, cuando llega a la casa, dice con propiedad: “Ya cumplí, me siento bien”.

“Cumplir” es uno de mis verbos preferidos, junto a “amar”, “servir”, “honrar” y “trabajar”. Se puede referir a una obligación o promesa, a completar un tiempo determinado, entre otros significados. Casi siempre implica un compromiso de hacer, de actuar, de ser activo.

“Cumplir” es hacer lo correcto, lo que nos impone el deber, lo que nos dictan la razón y el corazón; de igual modo es hacer realidad nuestros deseos. Los ciudadanos manifiestan orondos: “Yo cumplo con la ley”. Y pronuncian satisfechos: “Cumplí mi sueño”.

Esto implica, sin dudas, que “cumplir” no es compatible con la maldad, el odio, el desdén, el temor, la traición, el robo o el atropello a la dignidad del otro. “Cumplir”, en esencia, no es hacer daño, para eso están otros vocablos, como engañar, traicionar y mentir.

Para los cobardes, frustrados y carentes de valor, el verbo “cumplir” no está en el diccionario al que consultan sus sentimientos. Eso sí, a veces son implacables para exigir que otros cumplan y hasta se atreven a demandar que los sancionen si entienden o inventan que no lo hacen.

“Cumplir” se enmarca en el bien, en las buenas obras. No se cumple para complacer a terceros, para ser graciosos o para que no nos critiquen; se cumple para estar en armonía con nuestras convicciones y propósitos en la vida, de tal manera que si no lo hacemos no dormiremos en paz y nos invadirá un sentimiento de culpa que ni el arrepentimiento disipará con facilidad.

¿Cumplo con mi familia? ¿Cumplo con mis deudas? ¿Cumplo con mi trabajo? ¿Cumplo mis promesas hechas públicas o las que me hago a mí mismo, ambas importantes? ¿Acaso soy un cumplidor a medias, a retazos, dependiendo de mis antojos y no de mis responsabilidades frente a la sociedad y a mi entorno?

¿Acaso me escondo o huyo cuando debo dar la cara para enfrentar un problema o para responderle al prójimo que me necesita? ¿Soy más tolerante para juzgar mis incumplimientos que los de los demás? ¿Puedo servir de ejemplo de alguien que desempeña su rol en la comunidad?

“¡Ánimo! Todo pasa. Ama tu trabajo y no dejes de cumplir tu deber cada día”, nos decía Don Bosco. Cumplamos nuestro deber cada día, cada hora, cada segundo, sin posposiciones, sin excusas, sin lamentos, sin miedos, sin reparos. “Cumplir” es un verbo hermoso. Aprendamos a conjugarlo como Dios manda.

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