Aplica a la profesión, la máxima de que no es maestro el que quiere sino el que tiene la vocación y la madera para serlo. Ser Licenciado en Educación, se logra completando exigencias mínimas de un centro de formación reconocido.

Ser maestro es ser mucho más: es excelencia, tolerancia a la pluralidad; es ser ente catalizador de lo mejor, es actuar como propiciador de oportunidades y minero buscador de talentos diversos; psicólogo para equilibrar conflictos, manejador de situaciones creadas por las hormonas de ambos sexos y modelo a seguir. Capaz de aprender lo que un alumno cualquiera pueda enseñar y asimilar el reto. En lo moral, sin tacha, para poder exigir y finalmente capaz de disciplinar… con amor. Los maestros buenos no se olvidan; los muy malos tampoco. En esa profesión, la mediocridad no se puede ocultar: el abuso hacia el alumno los delata. El equilibrio y la justicia los reivindica.

El ministerio de Educación es uno de los entes más complejos y donde su cabeza tiene la enorme responsabilidad de tener la nómina más amplia, al margen de las Fuerzas Armadas, que no son deliberativos. La administración de esos recursos humanos implica una gerencia muy particular y el manejo de más del 20% del presupuesto nacional (más de 170,000 millones de RD$). Todos conservamos marcas de las ternuras y capacidades de verdaderos maestros. La Srta. Puello en su escuelita adonde acudía con la sillita “al caco”; Clara de Paulino, la primera que marcó positivamente mis recuerdos infantiles.

Atala Cabral, directora de la Escuela Primaria Anexa y Josefa, la de Mayordomía que con sus anchos brazos morenos, acogió con ternura mis temores primeros. Mercedes Núñez de Pérez, la “Teacher Titá”, provocadora de confianza, exigente maestra de vida y ciencias sociales; Ivelisse Sanabia y sus cálidas enseñanzas de ciencias naturales; Félix Rodríguez Quiñonez, coloso de la enseñanza de las matemáticas razonadas y de la enseñanza integral; Nereida de Polanco y su secuencia de la historia nacional; Elvira Medina (Mrs. Rodríguez) conductora de altísimo vuelo y proyectista del futuro de numerosos estudiantes, con una escuela que rompió esquemas; los colosos del bachillerato, incluyendo a Ligia Amada Melo de Cardona; Daniel Zorrilla; La Ramón, Manolín Troncoso; Véliz Domingo; La Fiuri y muchos tantos ya idos, que marcaron mi vida con mucho mas que conocimientos.

En honor a ellos, el más profundo reconocimiento a su trayectoria como verdaderos maestros y la expresión de un agradecimiento eterno por su influencia positiva en formación de vida profesional. Gracias por influir en la construcción del andamiaje de mis principios fundamentales. A los maestros dominicanos, mi exhortación a revertir la mediocridad como norma de vida y a “fabricar”, dentro de lo que el término expresa, en lo que significa reducir los aspectos negativos de la cultura criolla y lograr un mejor dominicano para el futuro nacional.

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