Huawei: la llamada fallida de Trump

A finales de mayo pasado, el gobierno de Estados Unidos incluyó a Huawei, el gigante chino de las telecomunicaciones, en la lista negra de su comercio, la llamada Entity List ..

A finales de mayo pasado, el gobierno de Estados Unidos incluyó a Huawei, el gigante chino de las telecomunicaciones, en la lista negra de su comercio, la llamada Entity List, creada en febrero de 1997. Se trata de una poderosa y casi desconocida herramienta geopolítica estadounidense dirigida a vetar el acceso a productos y componentes de sus empresas por parte de empresas o individuos sospechosos de estar detrás de la fabricación de armas de destrucción masiva, o por otros motivos que se han ido adicionando, como, participar en actividades enemigas que pueden afectar la seguridad de la nación.

Es curioso que de las 280 páginas que contiene la versión vigente del Entity List, en la que no solo figuran empresas de países como Irán o Corea del Norte, también aliados como Francia, Alemania, Bélgica y el Reino Unido, se dediquen 90 páginas a entidades rusas y más de 40 a China.

Las consecuencias de la inclusión de Huawei en la lista maldita son especialmente graves: se prohíben todas las ventas, exportaciones, reexportaciones o transferencias de productos de origen estadounidense, incluyendo materias primas, software y tecnologías, hacia la firma china. De hecho, Huawei es la compañía más poderosa de todas las incluidas en la lista, y su volumen de operaciones comerciales con entidades norteamericanas supera ampliamente a todas las demás. No será difícil entender que se trata de un paso arriesgado, que puede transformarse en un bumeran contra las propias empresas de los Estados Unidos. Y sus estragos se están comenzando a ver.

A esta medida de abierta guerra comercial, que usa las prohibiciones y vetos unilaterales como herramientas de presión geopolítica, debe sumarse que en diciembre del pasado año, la Sra. Meng Wanzhou, directora financiera de Huawei, e hija mayor de su fundador, fue detenida en Canadá, a solicitud del gobierno de los Estados Unidos, burda medida de renovada presión y chantaje, que internacionaliza la guerra económica contra Huawei y China.

El 28 de enero del 2019, las autoridades norteamericanas presentaron 23 cargos criminales contra Huawei, entre los que se incluían fraude bancario, lavado de dinero, robo de tecnología y secretos comerciales, fraude por correo electrónico y obstrucción de la justicia. El 19 de mayo, la empresa estadounidense Google suspendió sus relaciones con Huawei, a la que se sumaron otras empresas del mundo, vetando su acceso al sistema operativo Android y a la actualización de aplicaciones.

Pero como suele suceder en la política, y especialmente en las relaciones internacionales, la verdad debe buscarse en lo que no se ve, lejos de lo obvio y aparente.

Al igual que el manejo de la mayoría de las grandes corporaciones transnacionales, que procuran engrosar sus capitales, con el avance de intereses geopolíticos concretos y un ferviente deseo de eliminar la competencia, a como dé lugar, en el caso de la guerra contra Huawei existen un conjunto de causas verdaderas, sepultadas y disimuladas bajo los chillidos teatrales en defensa de la seguridad nacional, los intereses patrios y America First.

Huawei es una empresa privada china fundada por Ren Zhengfei en 1987, radicada en Shenzhen, provincia de Cantón, República Popular China. En el 2017 la empresa tuvo ingresos netos por sus operaciones a nivel mundial ascendentes a $ 92,5 miles de millones de dólares, y beneficios de $ 7,2 mil millones de dólares, empleando a 180,000 trabajadores. Cada año, la empresa dedica el 10% de sus ganancias a investigación y desarrollo. No es casual, en consecuencia, que en el 2018 Huawei se convirtiera en el segundo fabricante de teléfonos móviles, a nivel mundial, por encima de la estadounidense Apple, y solo superada por la sudcoreana Samsung. Y, sobre todo, algo que ha causado pavor entre los estrategas económicos y políticos estadounidenses: la más avanzada empresa mundial proveedora de tecnología 5G, o quinta generación de telefonía móvil.

Debe recordarse, como muestra del indiscutible liderazgo de Huawei en este rubro estratégico, que el 20 de febrero del 2018, la empresa china, junto a la inglesa Vodafone, realizó en España la primera llamada 5G del mundo, y que el 24 de febrero del 2019 presentó su primer móvil 5G, solo cuatro días después de que Samsung presentará el suyo. En el presente mes de junio, y con tecnología Huawei, 15 ciudades de España comenzaron a brindar el servicio 5G, a través de Vodafone.

El crecimiento de Huawei ha sido imparable desde el 2009, cuando facturaba apenas $20 mil millones de dólares, hasta alcanzar en el 2018 superar la barrera de $100 mil millones de dólares. Por supuesto, una mala noticia para las ya rezagadas empresas similares norteamericanas. Siga la ruta de la competencia, el dinero, los ingresos y las pérdidas y comprenderá mejor las razones de esta repentina hostilidad que han hecho de Huawei, y de China, desde la percepción del gobierno de Trump y sus aliados, una especie de entidad a derrotar, sin importar los medios que deban ser utilizados para ello.

El pretexto ha sido burdo, pero típico de la mentalidad imperial norteamericana, ducha en fabricar enemigos acérrimos ocultos en las sombras que conspiran para destruir al país, y vender miedo a sus ciudadanos, recibiendo a cambio el endoso a sus planes hegemónicos, agresivos y violentos en la arena internacional. En síntesis, lo que se hace hoy contra Huawei en el terreno de las políticas comerciales es lo que no se pudo hacer en el terreno de la competencia transparente y leal. Es sabido por la historia, que cuando el imperio no gana la partida por las buenas, suele patear la mesa de juego y desenfundar los revólveres: es lo que está pasando.

Hay además, otros factores que inciden directamente en esta cruzada. Debe tenerse en cuenta que la guerra no solo es contra Huawei, sino contra toda la economía china, que está muy cerca de desplazar a los Estados Unidos y convertirse en la primera economía mundial. La guerra de los aranceles es, apenas, la punta del iceberg.

De manera unilateral y sin justificación alguna, el gobierno de Trump ha aumentado los aranceles que se aplican a numerosos productos chinos de importación, pasando de 10% a 25 %, y generando así ingresos aduaneros complementarios por valor de $200 mil millones de dólares. La verdad, como ya hemos señalado, sepultada bajo torrentes de palabrería falsamente nacionalista y pseudo patriótica, es otra: desde 1990 Estados Unidos ha venido acumulando un déficit comercial con China que ya asciende a $419 mil millones de dólares. Estados Unidos no solo ha probado ser ineficiente en el manejo de su comercio con China, sino mala paga.

Y, por si lo señalado fuese insuficiente para demostrar los verdaderos motivos de la guerra comercial de Estados Unidos contra China, y la feroz persecución contra Huawei, agregamos que la economía norteamericana en manos de sucesivos gobiernos ha tenido un desempeño tan negativo, aún cuando lo oculten y traten de hacer pagar al resto del mundo por ello, que su deuda pública asciende al 107% del PIB, y que China es su principal acreedor, tras adquirir 1,18 mil millones de la misma (2018). Por lo general, solo los litigantes temerarios y suicidas escogen el ataque frontal para solucionar sus problemas de endeudamiento con sus acreedores.

No se trata de un problema coyuntural, sino estructural: En 1980, la deuda pública de los Estados Unidos representaba apenas el 41,18 % de su PIB.

¿Asombra que un imperio en bancarrota opte por la violencia y la confrontación, por desplegar cruzadas patrioteras contra sus deudores y rivales comerciales, en vez de intentar vencerlos en buena lid mediante una sabia política económica; menos inversiones en guerras y más en investigaciones y desarrollo tecnológico?

Mientras Donald Trump, enfrentado a todo el mundo, se hunde patéticamente y con cada medida que toma, como las persecuciones contra Huawei, hace más evidente el inevitable declive de su carcomido liderazgo imperial, esta empresa acaba de probar en un millón de móviles la eficacia de sus sistema operativo propio, denominado Arkos (Hogmeng, en chino); está a punto de presentar su propia tienda de actualización de aplicaciones para móviles, movilizando para ello a su comunidad de 560,000 desarrolladores; acaba de firmar un acuerdo estratégico con la empresa rusa MTS para desplegar la red 5G en ese país, e inaugurará el próximo 5 de julio su mayor tienda del mundo en Madrid, en plena Gran Vía.

No son ya los tiempos del Lejano Oeste, ni el imperio está para bravatas. Trump ha equivocado de número al llamar a Huawei.

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