La leyenda negra sobre el azúcar

Existe una leyenda negra sobre la industria azucarera y el uso de mano de obra extranjera indocumentada en ella, con la cual se han desplegado injustas campañas de descrédito del país en el exterior.

Existe una leyenda negra sobre la industria azucarera y el uso de mano de obra extranjera indocumentada en ella, con la cual se han desplegado injustas campañas de descrédito del país en el exterior. Cifras no oficiales hablan de la presencia en el territorio nacional de alrededor de un millón de ilegales haitianos y se le asocia sin ninguna base estadística sólo a labores de campo en esa actividad industrial.

En el exterior se ha vendido la idea de una industria basada en la explotación de esa población indocumentada por parte de las empresas productoras de azúcar. La realidad es muy distinta, sin que esto sugiera que existan en ellas las condiciones laborales más óptimas y deseables. El sector de la construcción y actividades agrícolas ajenas a la azucarera, como el cacao y arroz emplean muchas veces más trabajadores haitianos, en condiciones inferiores si se quiere, debido a que no poseen la cohesión ni el nivel de tecnología y organización que caracteriza la azucarera. Ni siquiera en las épocas ya lejanas en que la producción de azúcar representaba la tercera parte de los ingresos por comercio exterior y se le consideraba como la espina dorsal de la economía, la industria era entonces la fuente principal del uso de esa mano de obra.

Me refiero a los tiempos en que funcionaban en el país 16 ingenios, doce propiedad del Estado, y la capacidad de producción se estimaba en 1,400,000 toneladas. Aún en esa época, la industria empleaba unos 30,000 picadores en el ya llamado periodo pico, es decir, en el más alto de la zafra, cuando la caña alcanza su mayor contenido de jugo y el rendimiento es mayor, lo que equivale a decir la obtención de mayor cantidad de azúcar por tonelada de caña molida. Dudo que hoy, toda la industria emplee más de 12,000 picadores en el momento más alto de la zafra, y en términos laborales distintos, lo cual desmiente cuanto de malo todavía de ella se dice.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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