El fardo heredado por la actual administración en el 2012 no se limitaba al déficit histórico que le dejó con las manos atadas. En noviembre de 2008, el gobierno de Leonel Fernández anunció acuerdos con Vietnam que incluían el área petrolera, según desplegaron los diarios. El propósito sería ofrecerle asistencia técnica al país para la explotación del crudo en la Faja del Orinoco, una rica región petrolera venezolana.

Nunca se explicó el sentido de ese acuerdo porque el petróleo del río venezolano no nos pertenece. El entonces presidente Hugo Chávez, quien tampoco era el dueño, cedió derechos de explotación a varias naciones importadoras del área, como parte de sus programas de ayuda que tenían en Petrocaribe su más alta expresión. Lo que no parecía claro era si en las condiciones prevalecientes del mercado, Chávez podía mantener esa concesión y cuáles eran los riesgos de involucrarse en una tarea tan costosa sin más garantías que esas. Por lo demás, valía la pena analizar otros aspectos, uno de ellos relacionado con la calidad del petróleo de la Faja del Orinoco, muy pesado, cuya refinación requiere de una tecnología que no poseía Vietnam y que sólo dominaban Exxon y Texaco.

El crudo extraído en esa Faja se procesa en Puerto La Cruz, donde Exxon lograba unos 600 mil barriles diarios de un petróleo muy liviano, de alta calidad, cotizado a precios superiores en los mercados internacionales. Con la nacionalización de las refinerías venezolanas y la litis con la multinacional, Venezuela apenas obtenía unos 150 mil barriles de los pozos del Orinoco, con una calidad muy por debajo de la anterior. Ese mismo mes en 2008 se anunció también el establecimiento de relaciones con Camboya, misiones ambas que el gobierno encargó a un secretario de Estado sin Cartera, con asiento en Palacio, no a la Cancillería. La cacareada política exterior de Fernández fue pura fantasía.

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