“La arrogancia del poder” es el título publicado por Anthony Summers, traducido por Inma Gutiérrez Hermosa (Barcelona, 2003). Se refiere a la biografía política de Richard Nixon, trigésimo séptimo Presidente de los EEUU, juramentado el 20 de enero de 1969. En marzo de 1974 un Gran Jurado Federal lo declaró copartícipe, sin cargos formales, en una conspiración para obstruir la justicia en la investigación del escándalo Watergate. Obligado a renuncia cinco meses después, en agosto de ese mismo año 1974. Sobre él dijo Martin Luther King, después de una reunión siendo Nixon vicepresidente de Dwight D. Eisenhower (1953-1961), que es “un genio para convencer a la gente de su sinceridad… Casi te desarma con su sinceridad … Si Nixon no es sincero, es el hombre más peligroso de Estados Unidos”.

Es que la arrogancia desde el poder está asociada a la mentira y la simulación. Esa arrogancia toma mayores proporciones cuando la manifiesta el entorno presidencial, no obstante los esfuerzos de un presidente en lucir humilde y sencillo. Peor si el propósito es hacer ver que esa conducta tiene el consentimiento presidencial.

Reflexioné sobre este tema, leyendo un titular en primera página y a 5 columnas (Hoy 22 de mayo 2019), que decía: “Peralta afirma en el CP-PLD temen poner sobre la mesa el tema de la reelección”. Esas declaraciones fueron dadas el 21, para poder salir el 22; precisamente el mismo día que en un twitter Ramón Ventura Camejo, miembro del CP y quien con su cuota hizo miembro del CC a Peralta, dijo:

“El pacto de Juan Dolio carece de legitimidad democrática por ser fruto de la rebelión de las minorías, por lo tanto consideramos que más que un pacto fue un atraco”.

Es oportuno preguntarse ¿a qué viene ese tema de la ilegitimidad del pacto del 2015? ¿Se quiere dejar sin efecto? ¿Por qué? Son varias las preguntas. Una respuesta puede ser suficiente. El pacto por ser un acuerdo interno, sólo el Congreso que lo aprobó puede anularlo y ese congreso de delegados está convocado para el 30 de mayo próximo; aunque eso sólo sería posible si se incluye en su agenda, previamente, puesto es un congreso extraordinario.

Si se quiere su nulidad debe ser para darle libertad al CP para que apruebe la reforma constitucional y así obligar a los legisladores del PLD a votar por ella, bajo la amenaza de ser expulsados del PLD. Proceder así, diría hasta el más simple ser humano, sería arriesgar la unidad partidaria.

Las declaraciones últimas del Dr. Leonel Fernández parecieron una reiteración a su posición, pero deben tomarse como una respuesta, cuando dijo que no accedería de ninguna manera a una modificación de la Carta Magna.

Esas declaraciones valen, igualmente, para otra vía por la que se busca lo mismo.Los votos faltantes los tiene también el PRM y a ese partido se le “sugiere” la reforma para unificar en un mismo día los comicios. Sobre esto ha hablado el diputado Elpidio Báez, dirigido por el mismo de las declaraciones temerarias sobre el CP-PLD.

Es procedente formular, aunque no responder, una pregunta ¿Qué sucedería con el PRM si entra en ese juego?

Lo propio, por estar a la vista, es afirmar que el poder obnubila y conduce a la arrogancia.

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