Las espléndidas zonas verdes dedicadas a la educación y a la recreación han servido para preservar ecosistemas

La moderación de la temperatura, la absorción de gases contaminantes, la producción de oxígeno y el embellecimiento de la ciudad, son algunos de los beneficios que disfruta el Gran Santo Domingo del conjunto de patrimonios naturales que posee, a pesar de los retos propios de un Estado Insular en Desarrollo, en materia de gestión sostenible del medio ambiente.

Estos pulmones de la Ciudad son esencialmente el Parque Mirador del Sur, el Parque Mirador del Norte, el Jardín Botánico Nacional Dr. Rafael María Moscoso, el Parque Zoológico Nacional Arq. Manuel Valverde Podestá, el Parque Mirador del Este, las zonas húmedas de amortiguamiento del río Ozama en Los Tres Brazos, y el Parque Iberoamérica.

Estos parques urbanos fueron ideados por el expresidente Joaquín Balaguer, y se diseñaron entre 1966 y 1978. En estos tiempos, constituyen las principales áreas de recreo para la ciudadanía y, sobre todo, en refugio de la fauna y la flora nativa; es decir, en escenarios para el mejoramiento de la salud física y mental de los capitalinos así como para la conservación de la biodiversidad.

Balaguer emprendió varios de estos proyectos junto al arquitecto Rafael Tomás Hernández Ramos, quien se constituyó en una figura importante en las edificaciones construidas por el líder del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) en sus 22 años de mandato.

“La visión que tenía Balaguer con estos grandes parques era dejar como legado un ahorro verde para el futuro. Y con toda razón, porque al final fue una inversión que garantizó el aprovechamiento de estos lugares y sus alrededores, desde el punto inmobiliario, económico y ambiental”, cuenta Hernández Ramos, quien construyó el Mirador del Norte.

El interés de Balaguer por desarrollar parques ecológicos y emblemáticos comenzó cuando le solicitó a Hernández Ramos, a principios de los 60, construir “un gran parque” en donde estaba el Aeropuerto General Andrews, entre las actuales Avenidas San Martín, México, Leopoldo Navarro y Abraham Lincoln.

Hernández Ramos tuvo que ser honesto con el expresidente y confesarle que los parques más grandes que hasta la fecha conocía eran el de la Independencia, en Santo Domingo, y el Parque Duarte, en Santiago.

“Balaguer se rió y me miró fijamente. Me dijo que eso no era ningún problema, que iba a organizar un viaje a México, para conocer el Parque Chapultepec, y también a Estados Unidos, para que conociera el Central Park, así como también algunas de las avenidas más importantes de ese país”, registra Ramos, quien afirma que ese viaje se dio “y representó una experiencia enriquecedora, porque pude entender mejor la perspectiva de Balaguer, que quería cambiar esos parques coloniales de antes de 100 metros y 10 mil metros cuadrados de la Capital. Quería aprovechar el potencial verde la ciudad”.

Cuenta que las ideas de Balaguer se produjeron fruto de la expansión que en esos momentos estaba viviendo la Ciudad, “una explosión que empujó el desarrollo más allá de la Ciudad Colonial. El expresidente llegó con una voluntad visionaria, positiva, y responsable de introducir esas áreas verdes como elementos vitales para el crecimiento de Santo Domingo”.

En los períodos presidenciales de este político, Santo Domingo se transformó en una ciudad de 400 mil a 1.2 millones de habitantes. Según registros históricos, el rápido crecimiento demográfico fue acompañado por la expansión y densificación de los barrios marginados sin tomar en cuenta las medidas necesarias para un balance entre lo edificado y las áreas verdes anexas.

“Estos conceptos de parques periurbanos, a los que yo les llamaba ‘Pausa Verde’, fue revolucionario en muchos aspectos, aunque también rechazado por muchos desarrollistas, que no piensan en el equilibrio ambiental y ecológico que garantizan estos espacios, sino en el aspecto pecuniario”, relata.

En su libro “La ciudad del Ozama: 500 años de historia urbana”, el arquitecto Eugenio Pérez Montás, subraya que “cada una de estas espléndidas zonas verdes, dedicadas a la educación y a la recreación, constituyen verdaderos museos especializados en fauna, flora y medio ambiente”. El también profesional de la planificación urbanística califica estas áreas como “orgullo de la ciudad, a cuyo servicio han sido puestos”.

Montás indica que el conjunto de grandes parques de Santo Domingo, se inició con el trazado y construcción del complejo Mirador Sur, obra precisamente desarrollada por él.

En orden cronológico, le siguieron el Parque Botánico y el Zoológico, ambos de carácter nacional y temático. Luego se diseñó el Parque Mirador del Este, también obra de Montás, en el 1978. Asimismo, le siguió el Mirador del Norte, que cubre cuatro millones de metros cuadrados integrados al Cinturón Verde como área protegida, que representa “un capitulo mayor en la historia urbana”.

Según valora Montás, el Zoodom sirvió como catalítico de un proceso de modificación física de todo el sector en el que está encumbrado, situación que también se dio con el Botánico. “Grandes vías, servicios públicos básicos, lotificación de terrenos, etcétera, transformaron la entonces limitada región norte de la ciudad. El Zoodom es arquitectura para la educación y hábitat de animales, parque y museo vivo que enriquece con sus actividades la cultura dominicana”, comenta.

“Creo que esta ciudad no sería la misma si estos parques no existieran”, admite Montás, quien recuerda que cuando se comenzó el trazado de estos proyectos, comprendidos en un Programa General de Zonas Verdes, existía una entidad que buscaba regular estos espacios llamada Dirección Nacional de Parques, creada a partir de la Ley 67-74.

Esta Dirección, de carácter autónomo, pretendía cuidar un sistema de Áreas Recreativas, Históricas, Naturales e Indígenas, así como la conservación y perpetuación de la herencia natural y humana de nuestro país. No obstante, se disolvió, y esa labor pasó a ser responsabilidad del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales.

Esa Dirección tenía sus oficinas en el Palacio Nacional, muy cerca del despacho de Balaguer, quien, partiendo del potencial que tenía cada ecosistema, iba seleccionando los lugares donde posteriormente fueron desarrollado esos parque, según cuenta Montás, quien recuenta que el expresidente “quería alcanzar el índice de mayor cantidad de kilómetros cuadrados de áreas verdes, como lo tuvo en una época Londres y París. Esa era su visión”.

Hernández Ramos, por su parte, anota que Balaguer era un apasionado por las construcciones, aunque no solía decirlo. “Él consideraba la construcción como la máquina para mover al país hacia el avance, lo veía como un principio económico, práctico y que fundamenta”.

Este arquitecto asegura que el expresidente “tenía un afán insaciable de quedar bien con su trabajo, especialmente con ese mismo tema de la construcción. Ya que entendía que ésta igualmente ayudaba a redistribuir los interés, y en el caso particular de los parques, aportaban al desahogo de la ciudad”.

Un tigre de Bengala, en el Parque Zoológico Nacional Arq. Manuel Valverde Podestá.

Enfrentan varios desafíos

Para el ambientalista Domingo Abreu Collado, la decisión de reservar esas áreas para garantizar respiro a Santo Domingo fueron grandes aciertos.

“Preservar estas zonas verdes fue una idea acertada, especialmente porque son las que garantizan que todavía podamos respirar aire puro y veamos en ellas áreas de esparcimiento, peor también áreas para estudiar y preservar la vida animal y la flora”, comenta Abreu Collado.

“Con estos espacios, la ciudad tiene la oportunidad de respirar aire puro, de tener un contacto más cercano con la naturaleza en su máxima expresión. Pero también debemos entender que hacen falta más espacios como este en la ciudad, por la gran cantidad de gente que sigue viniendo, así como mejorar el mantenimiento en varios de ellos”, dice.

Sin embargo, Abreu Collado también considera que actualmente la mayoría de estas áreas verdes enfrentan desafíos importantes. “Estos espacios vitales tienen varias problemáticas, como la falta de iluminación, contaminación, retraso en reconstrucción, y poca vigilancia, que de no ser corregidas próximamente pondrían en peligro el equilibrio ambiental por el cual lucha el Gran Santo Domingo”.

Sobre el Botánico y el Zoológico, Abreu Collado dice que han sido bien manejados, así como también el Parque Mirador del Sur. “Pero en el caso de los demás, estos problemas son evidentes. Incluso hay zonas que han sido ocupadas por personas sin hogar, pero también por delincuentes que aprovechan para hacer sus fechorías”.

El especialista en ciencias ambientales, apunta que otra de las zonas verdes más diversas y ricas de la capital; el Cinturón Verde, “ha sufrido, por el aprovechamiento indiscriminado de empresas, que han generado contaminación a gran escalada y provocaron el desvío de varios acuíferos”.

“El Cinturón Verde no se está manejando como debería manejarse. Además ha sido explotado por las empresas constructoras que se han aprovechado del espacio de suelo, provocando contaminación y el desvío de acuíferos y corrientes subterráneas”, asegura.

GSD tiene pocas áreas verdes, según OMS

Para el ambientalista Luis Carvajal, el actual patrón de crecimiento que vive la ciudad ha hecho que se torne insuficiente la cantidad de espacios verdes en la Capital. Citó, en ese sentido, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que el área óptima en una ciudad debe disponer de quince metros cuadrados de área verde por habitantes, y que en el caso del Gran Santo Domingo está alrededor de los 1.2 en algunas áreas de Santo Domingo Este y 0.8 en las demás zonas, “lo que evidencia que estamos significativamente por debajo, aunque lo más lamentable es que todavía hay ayuntamientos que intervienen sobre esas áreas sin criterios de planificación para garantizar la preservación de las mismas”.

Expertos

Grandes vías, servicios públicos básicos, lotificación de terrenos, etcétera, transformaron la entonces limitada región norte de la ciudad”.
Eugenio Pérez Montás
Arquitecto
Estos conceptos de parques periurbanos, a los que yo les llamaba ‘Pausa Verde’, fue revolucionario en muchos aspectos”.
Rafael Tomás Hernández Ramos
Arquitecto

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