Enderezar el rumbo

Las malas nuevas siguen circulando alrededor de las escuelas dominicanas, principalmente de las del sector público.

Las malas nuevas siguen circulando alrededor de las escuelas dominicanas, principalmente de las del sector público.

Como si se tratara de una pareja nociva que procura dañar la educación básica dominicana, con mayor énfasis en la pública, la violencia estudiantil en torno a los planteles y el bajo desempeño de la mayoría de los estudiantes en materias fundamentales, parecen ser una combinación funesta, portadora de malos augurios y vaticinios.

En el comentario editorial de ayer planteábamos la preocupación por el bajo desempeño que arrojó una prueba diagnóstica practicada por el Ministerio de Educación en mayo del año pasado en estudiantes del sexto grado de primaria, cuyo resultado mayoritario fue un elevadísimo porcentaje de reprobados en Matemáticas, Lenguaje y Ciencias.

Probablemente todavía no concluía la redacción del comentario cuando ya en las redes circulaba un video dando cuenta de un grave hecho de violencia estudiantil, en el cual se veía a un estudiante acuchillar a otro en el patio y alrededor de una escuela. Eran dos menores los protagonistas de la pelea. Y como se ha vuelto ya una mala y desalmada costumbre, había compañeros filmando el hecho.

Una condición agravante de ese acontecimiento es que parece ser un episodio de una “serie” trágica de violencia estudiantil. Hace poco menos de un mes que en una escuela del sector Los Girasoles, en Santo Domingo Oeste, una menor de 14 años golpeó brutalmente a otra de 12, la cual murió posteriormente en un centro hospitalario al cual fue conducida.

Violencia en las aulas o incubadas en ellas y deficiencia de aprendizaje en el ámbito curricular son dos categorías que ensombrecen el panorama educativo. Y ponen serios nubarrones sobre el porvenir, el futuro no solo de los estudiantes, sino de la sociedad que los está formando. Encontrar la falla, primero, y cómo corregirla, inmediatamente después, deben ser prioridades nacionales porque el país no puede darse el lujo de que de la escuela, como institución, estén saliendo estudiantes mal formados y propensos a la violencia.

Hay en distintas instancias, públicas y privadas, iniciativas y campañas para educar en valores. Debe crearse un capítulo específico, enfático en el componente relativo a la paz, que es un valor esencial, un principio para la convivencia pacífica. Hogares, escuelas e iglesias deben ser protagonistas de esa educación para la paz.

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