Una ojeada al turismo dominicano de hoy

Al país llegaron 560 mil turistas en el año 1984 y 6.2 millones en el 2017. Esto es, la cantidad de visitantes extranjeros se multiplicó por once en 33 años. Fue un crecimiento anual, promedio, de 7.6%.

“Un hombre que pueda encontrar
una falta con este clima encontraría
un fallo en el paraíso”.
J. DENNIS HARRIS
(Líder racial norteamericano que investigó en 1860 la posibilidad de establecer asentamientos de negros libres en La Hispaniola).

Al país llegaron 560 mil turistas en el año 1984 y 6.2 millones en el 2017. Esto es, la cantidad de visitantes extranjeros se multiplicó por once en 33 años. Fue un crecimiento anual, promedio, de 7.6%. En el mismo período, las habitaciones hoteleras pasaron de 7,100 a 75,000, los empleos en el sector de 27,000 a 315,000 y los ingresos anuales de 600 mil a cerca de 7,200 millones de dólares. ¿Podríamos llamarlo un milagro? Quizá se aprecie mejor el fenómeno como la concurrencia ejemplar de razones físicas, económicas y políticas, añadidas a la voluntad y la imaginación, al sudor y a las ilusiones de una amalgama de actores.

La industria turística precisa de ingredientes esenciales: infraestructura física, servicios públicos, seguridad jurídica y un clima de estabilidad política y económica. El crecimiento turístico del país demandó de buenas carreteras y calles, de aeropuertos eficientes y de puertos y ciudades acogedoras para los cruceros.
Por igual, de plantas de tratamiento que procesaran las aguas negras, de obras para evitar la degradación y erosión de las costas, y de servicios de recolección y disposición de desechos en las zonas de hoteles. Resultó básico un suministro confiable de agua potable y de energía eléctrica, además de vigilancia policial y reglamentaciones que evitaran el pillaje contra los visitantes.
Indispensable también era la seguridad jurídica como garantía del estatuto de propiedad de los inversionistas. Y en un plano más alto, salvaguardando la escena, constaban la solidez del régimen político, la estabilidad económica y la paz social. Esa, y no otra, fue la matriz venturosa en que nació y creció el turismo dominicano.

La llanura costera del Caribe

Cerca de dos terceras partes de la actividad turística nacional tiene lugar en la faja litoral del mar Caribe: de Santo Domingo al extremo oriental de la isla. Sobre una sugestiva autovía de casi 200 kilómetros usted recorrerá, en menos de dos horas, el trayecto que sucesivamente conduce a los hoteles, balnearios, restaurantes y centros de diversión de Boca Chica, Guayacanes, Juan Dolio, Nueva Romana, Casa de Campo y Bayahibe. Hasta arribar al aeropuerto internacional de Punta Cana: un terminal aéreo con movimiento de 7.2 millones de pasajeros en 2017, el segundo de mayor tráfico aéreo en todo el Caribe y el primero en cantidad de vuelos internacionales y en destinos servidos.

Casa de Campo

Casa de Campo es el más extenso e incomparablemente más lujoso perímetro turístico de todo el Caribe. Este resort a la orilla del mar, contiguo a La Romana en la costa sudoeste de la isla (a 90 minutos de Santo Domingo), comenzó su desarrollo en 1975 sobre un lote de 28 kilómetros cuadrados ocupado antes por cultivos de caña de azúcar y ganadería. Ahora engloba un aeropuerto internacional, un hotel con cabañas, apartamentos y playa privada; un circuito de polo y cinco campos de golf (uno de ellos, Teeth of the dog, clasificado como #1 del Caribe y #52 a nivel mundial). En 2010 fue integrada una marina con alojamiento para 400 yates, en un entorno de evocaciones mediterráneas salpicado de restaurantes, tiendas, bares y apartamentos. Más de 1,700 residencias de lujo (valuadas entre 500 mil y 24 millones de dólares) ocupan el señorial ambiente de Casa de Campo, con diseños que reviven la imagen del Hampton oriental de Long Island. Desde el principio, el arquitecto norteamericano Bill Cox estableció los fundamentos que habrían de guiar el diseño de las villas y las edificaciones de uso público: espacios amplios, abiertos, sombreados, bien articulados e integrados al exterior. Todo este protocolo, ciertamente, inspirado en la cultura popular dominicana a partir de un lenguaje formal contemporáneo.

Dentro del recinto (a 15 minutos de la costa) se levanta Altos de Chavón, un poblado de tipo italiano medieval, obra del artista italiano Roberto Coppa. Erigido sobre una colina próxima al río de ese nombre, en los Altos se alojan estudios de artistas, tiendas de artesanía, museos y galerías. Funcionan allí, además, restaurantes, discotecas, bares y otros sitios de esparcimiento. Su célebre y activo anfiteatro fue inaugurado en 1982 con la presencia de Frank Sinatra en el ‘Concierto de las Américas’.
Artistas de relieve mundial (Plácido Domingo, Elton John, Santana, Julio Iglesias, Caetano Veloso, Sting, Juan Luis Guerra, Sergio Mendes, Andrea Bocelli, Jennifer López, Shakira) han colmado los 6,000 asientos de este insuperable hemiciclo. Altos de Chavón alberga también un Centro Cultural, la llamada ‘Ciudad de los Artistas’ y una escuela de diseño afiliada a Parsons School of Design de Nueva York.

Sin objeciones, Casa de Campo constituye el activo de mayor jerarquía dentro de la oferta turística de la región del Caribe.

Punta Cana-Bávaro

De tres formas se llega al espacio turístico de Punta Cana-Bávaro: en un avión, en una embarcación o por una magnífica carretera (dos horas desde Santo Domingo). En torno a las instalaciones del aeropuerto internacional de Punta Cana, y a los costados de un boulevard de 30 kilómetros que alcanza hasta Uvero Alto, se concentra el enclave turístico de mayor concurrencia internacional. Alrededor de 70 hoteles (con más de 40 mil habitaciones) alojan aquí seis de cada diez viajeros que llegan al país. Las playas, extendidas por 50 kilómetros, cambian de nombre, mas no de atributos: Uvero Alto, Macao, Arena Gorda, Cabeza de Toro, Playa Blanca, Punta Cana, Juanillo (CapCana).

A cada instante nos atrapa este centelleante universo: enormes hoteles de lujo con más de 1,000 habitaciones, hoteles para familias, hoteles para adultos, centros de convenciones, campos de golf, marinas deportivas y un puerto de cruceros, parques temáticos, un restaurante del chef español Martín Berasategui (con 7 estrellas Michelin en sus recintos), un concierto de Andrea Bocelli, tiendas de lujo, discotecas, anfiteatros, museos, calles y senderos por donde Hillary Clinton o Julio Iglesias se pasean…
Miches y Sabana de la Mar

Con visión de futuro fue construida una carretera de 110 kilómetros que brinda continuidad al tráfico proveniente del Boulevard Turístico del Este y los hoteles situados en Punta Cana-Bávaro. Desde Uvero Alto, la nueva vía conduce a las idílicas playas de Miches. En el ámbito de esta comunidad costera el grupo Cisneros Real Estate proyecta Tropicalia, una iniciativa turística de gran categoría, sostenible a largo plazo, de baja densidad y reducido impacto ambiental, con miles de hectáreas en esta ribera al sur de la bahía de Samaná. El hotel Four Seasons Tropicalia será la primera instalación habilitada en el recinto. Los promotores del proyecto aspiran a “convertirlo en uno de los destinos más lujosos en todo el Caribe y un emblema de turismo sostenible en América Latina y en el mundo”.

Después de Miches, la nueva carretera conduce a Sabana de la Mar y al ferry proyectado en su cercanía. Una facilidad que moverá pasajeros y vehículos a través de la gran bahía, hasta tocar al espacio turístico de la península de Samaná, en el lado norte del legendario ‘Golfo de las Flechas’…

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El texto y las ilustraciones de este artículo proceden del libro “Turismo dominicano: 30 años a velocidad de crucero”, publicación institucional del Banco Popular Dominicano en 2018, de nuestra autoría. Las fotografías son obra del artista Thiago da Cunha.

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