Nos decepciona y nos entristece cuando dejamos de confiar en alguien. Nos duele dejar de sentir amor por quien antes habíamos dado hasta la vida.

Es como un duelo, pues ese alguien ya ha dejado de ser y de existir para nuestros afectos.

Pero, ¿qué pasa cuando es uno quien ha dejado de contar con la confianza y el amor de ese alguien que se ama por encima de todas las cosas?

¿Qué se siente cuando quien amas decide matarte en sus adentros o, sencillamente, uno mismo es el suicida?

Siempre, en todos los casos, nos ponemos delante, solo pensamos en nuestro dolor, en nuestra tristeza, en nuestra decepción.

Creemos que solo a nosotros nos duele, que solo nosotros sufrimos.

Asumimos que el duelo sólo nos toca a nosotros y que somos poseedores de la exclusividad de la frustración.

Alguien sumamente importante para mí, me dijo una vez, que cuando una persona amada salía de su vida, por la razón que fuera, pero que ella la seguía amando, recurría a imaginar lo feliz que era ese alguien ahora, mientras ella sufría por la ruptura.

Ella imaginaba la inmensa dicha que debía estar disfrutando en una nueva compañía, mientras ella se consumía en la triste soledad.

Eso bastaba para levantarse, para seguir adelante con su vida, para no dejarse caer y menos por quien ya la había olvidado.

Sin saberlo, esa persona me estaba diciendo dos cosas: La primera, que el amor propio siempre debe estar por encima de cualquier otro afecto y que a veces algunos dejamos que el orgullo y la dignidad le ganen la carrera a llamado amor verdadero.

Sin embargo, de lo que se trata es de siempre ponerse en el lugar del otro.

Lo importante es tener la suficiente honestidad para reconocer que la otra persona nos ha amado, quizás más de lo que nosotros a ella, aunque, quizás por nuestras propias acciones ya nos haya sacado de su corazón.

De lo que se trata, es de poner sobre la mesa las muchas pruebas y demostraciones de amor y lealtad que hemos recibido, una y otra vez de alguien, a quien quizás, nos hemos negado a creerle.

Es de justicia reconocer que muchas veces, aunque ese alguien esté iniciando un camino diferente en nueva compañía, no le fue fácil romper el lazo, que por años, le mantuvo unido a la persona que ahora ha dejado en el camino.

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