Los líderes son expresiones de sectores sociales, por lo que no se representa a sí mismo, hacerlo es perder la perspectiva; debe creer en lo que hace y lo que dice. El caudillo es otra cosa, lo siguen y obedecen porque hace favores y su comportamiento arrastra ciegamente a sus seguidores; si deja de hacer favores, pierde a sus seguidores.

En el líder descansa algo tan intangible y difícil de cultivar, como lo es la confianza en que sustenta una causa; el caudillo es lo más lejano a ella y cercano a favores. El líder es una expresión de progreso; el caudillo, de atraso y capitalismo tardío.

Estas explicaciones son necesarias para entender lo que ocurre entre Leonel y Danilo. Lo que actualmente ocurre, visto superficialmente, parece una lucha interna por una candidatura. Pero de eso no es de lo que se trata.

Para entenderlo se debe aceptar que desde el inicio de los gobiernos del PLD, la generación de riqueza ha crecido de manera sostenida. Desde 1996 el Producto Interno Bruto (PIB) se ha situado de 18 mil millones de dólares a 78 mil millones de dólares a la fecha.

Como se sabe, el PIB es la medida en dólares de la riqueza anual creada por toda la población de un país. El crecimiento se mide en porcentaje anual. En los gobiernos del PLD el PIB ha crecido con Leonel un promedio anual de un 7% y con Danilo un 5%. Nunca ha decrecido cercano o por debajo de cero; en los países donde decrece se crea una crisis económica y ésta genera una crisis política, que saca del poder al partido gobernante, sea éste conservador o progresista (como afirma Leonel).

El crecimiento económico sostenido del país, ha despertado admiración en el continente y Europa. Hemos creado riqueza, pero tenemos el reto de la inclusión social. Esa riqueza produce nuevas formas de expresión social, y éstas generan aspiraciones y nuevos propósitos políticos. Justamente, esas aspiraciones y nuevos propósitos, como lo es el desarrollo económico, se traducen en una causa, la cual se encarna en líderes, no en caudillos.

El liderato, empero, se desdobla en progresista o conservador; el primero es cuando busca el crecimiento económico con inclusión social; en cambio, el líder conservador gobierna sin detenerse en favorecer la igualdad de oportunidades e inclusión. Entre ambas formas de liderazgo, y aún en cada una, se mantienen vivas o subsisten formas económicas atrasadas y de capitalismo tardío, las cuales asechan para asaltar el poder político. Cuando logran colarse, lo hacen recreándoles el deseo del líder gobernante en deseo de retener el poder.

Son expresiones de comportamiento político que vienen de atrás, por eso son atrasadas y de capitalismo tardío. Pero logran inducir a líderes, conservadores o progresistas, a retener el poder. Esa cultura política antidemocrática se incuba con relativa facilidad en el sector económico más parasitario del capitalismo, el de intermediación, (el que le compra al que produce bienes y servicios, para venderle en el mercado a los consumidores).

Desde ese sector surgen “personas de confianza” del gobernante para inducirlo a que cuando se asome el término de su mandato desborde el límite constitucional. El riesgo del gobernante es contrariar sus juramentos y lanzarse a una situación antidemocrática y de ingobernabilidad.

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