Creyendo que la condición de periodista implica la de oráculo, con insistencia me preguntan, unos con angustia otros con curiosidad, qué podría esperarse del proceso electoral, si será violento o si la oposición recuperará el gobierno. Cuando me formulan este tipo de inquietud, especialmente cuando me encuentro fuera del país ajeno a lo que diariamente acontece, suelo recordar que no soy adivino por lo que no puedo leer el futuro ni anticiparme a los hechos. Y al igual como ocurre en una partida de ajedrez, las posibilidades de los jugadores políticos se analizan a partir de la posición, no en base a especulaciones respecto a lo que hará uno o piensa hacer el otro.

Sobre esa base, suelo responder que aún es prematuro para hacer predicciones y que todo dependerá de cómo opere el proceso de reconciliación en los partidos, tanto en el del gobierno como en el principal de oposición, donde los disgustos, tanto en uno como en el otro, pueden jugar un papel determinante. El hecho es que los factores que aún quedan por definir son fundamentales, sin los cuales resulta muy especulativo entrar en el campo de las elucubraciones y los pronósticos.

Las leyes de reciente aprobación para regular la vida y actividades de los partidos políticos y fortalecer el papel de los órganos electorales, han modificado radicalmente el escenario electoral y creado nuevas reglas que, sin duda, ayudarán a mejorar el clima político y a superar muchas de las prácticas viciosas que han caracterizado el quehacer partidista, estableciendo plazos que podrán orden al caos imperante en el ámbito electoral. Aunque no hay todavía espacio para elucubraciones con respecto a lo que podría suceder el tercer domingo de mayo del 2020, no tendremos que esperar mucho para ver despejada las brumas. Las primarias del 7 de octubre nos dirán, como suele decirse entre nosotros, por dónde andan las cosas.

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