Fue la ola. Contundente, solidaria. Detonada por una situación particular pero asentada en la preocupación colectiva por la virulenta delincuencia que nos arropa y a cualquiera toca. La divulgación de un reciente acto de pillaje contra mi vivienda por medios de comunicación y consecuente réplica en las redes sociales, expandió una onda de opinión de suficiente impacto para que la Policía atendiera y resolviera el caso. Ola social pequeña que logró justo efecto; sin embargo, una ola mayor, con categoría de tsunami -el repudio prácticamente unánime a la conducta de Jean Alain Rodríguez contra Miriam Germán-, parece se “desvanecerá” sin consecuencias. Olas de indignación ciudadana generalizada simplemente vienen y van en el país; el disgusto puede volverse “marea” peligrosamente alta.

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